viernes, 20 de agosto de 2010

Columna

Mari Mari Narváez
BUSCAPÍE

Torturas

Violencia es una palabra que me suena demasiado blanda, hasta un tanto dulce, para nombrar el relato de Liza Rivera, esposa del representante Luis Farinacci. Violenta es la vida; un beso consentido puede ser violento; el tapón de Caguas a San Juan es de una violencia brutal. Los ataques que ha descrito esta mujer son de terrorismo interpersonal.

El debido proceso de ley en el que demasiados correligionarios de Farinacci se han amparado para evitar pronunciarse en su contra, está muy bien para los tribunales. En la vida real, lo que he visto es una declaración jurada dramática y contundente, que incluso establece que existen otros testigos de los actos relatados, lo cual -de ser cierto- sería terminal para la defensa del legislador.

Él alega que nunca ha golpeado a su esposa y, hasta ahora, su único argumento de defensa es que fueron “una pareja tan públicamente perfecta, que en 2005 se ganaron el premio de la ‘pareja modelo y elegante’ de Ponce”.

Eso me hace pensar en algo muy curioso. El conflicto del señor Farinacci se devela justo cuando un tribunal ha tenido que interceder para que el Municipio de San Juan respete los derechos de libre expresión de un grupo de mujeres que tres veces ha pintado un mural con el mensaje “Tod@s contra la violencia machista”. Tres veces también el Municipio ha borrado el mural, las últimas dos desacatando abiertamente la orden del tribunal. Entonces, una no puede sino pensar que el mensaje -al igual que las mensajeras- les fastidia. Entorpecen esa imagen aséptica e hipócrita de familia y sociedad por la cual el Estado tiene especial debilidad, y que queda plasmada en esos telones enormes, grotescos por demás, con la foto de la familita “públicamente perfecta” que decora todo el exterior del comité de Santini en Hato Rey.

No es sólo la hipocresía de borrar un mensaje educativo mientras, en otros escenarios, levantan sus cejas en señal de honda preocupación por la violencia de género. Es que se defienden diciendo que ellos tan sólo limpian los estorbos públicos, aun cuando -como denunciaron los abogados de las muralistas- el mayor estorbo público es de ellos.

Digo, por no decir que son ellos.

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