domingo, 30 de agosto de 2015

Conversatorio sobre la Deuda Pública de Puerto Rico y la Contra Reforma Laboral



El grupo Mujeres en Resistencia a la Crisis estamos convocando a un Conversatorio sobre la Deuda Pública de Puerto Rico y la Contra Reforma Laboral que se avecina, el cual se va a efectuar el jueves 3 de septiembre desde las 6:30 PM en el Local de la UTIER en la Calle Cerra de Santurce

Mujeres en Resistencia ante la Crisis es parte de la iniciativa reciente Acción de Pueblo.

En esta actividad queremos escuchar a los ponentes y queremos la participación de los presentes en la discusión de acciones de convergencia para enfrentar las medidas de austeridad que quieren imponer a las trabajadoras y los trabajadores y al Pueblo en general. 

Contaremos con dos ponentes: la Economista Marta Quiñones y el Lcdo. Alejandro Torres Rivera, abogado laboral. Luego de las ponencias queremos tener la discusión.

Por favor, extiende la invitación a otras compañeras y compañeros de tu Organización y a tus contactos.

Contamos con tu asistencia y tu participación para compartir ideas y sumar fuerzas de convergencia en contra de la nueva ola de austeridad que quieren imponer a todo el Pueblo.



lunes, 24 de agosto de 2015

Relatos del hambre: Alana

1985.  No. Tiene que haber sido...83? No recuerdo exactamente. Mi "pitch" era que la venta era a beneficio de la clase graduanda.  Cual clase?  No importa.  A veces decía el nombre de mi escuela.  A veces decía el nombre de escuelas vecinas que conocía en el barrio.  Pero era una excusa fácil para que una niña de 8 o 10 años estuviese vendiendo chocolates de casa en casa.  Casi nadie me lo cuestionaba.  A veces la curiosidad de mis compradores me atrapaban en la complejidad de la mentira y sacaba a correr cuando empezaba a tartamudear.  Pero no es que hiciera algo malo.  Solo me daba vergüenza decir que vendíamos chocolates para tener dinero para vivir. Eso no sonaba tan intrigante como una clase graduanda.  Sonaba mas a pobreza, a enfermedad, a vagancia... a indeseable.  Si.  Lo de la clase graduanda era mas fácil.  Supongo el factor "cute" me habrá ayudado.  El pelo me llegaba a la espalda y tenía mi primera pollina.  A veces vendía uno.  En un buen día, vendía 15.  Para mi $15 eran un mundo.  Mi mama por su parte siempre vendía el doble que yo.  Me pregunto, cual habrá sido su "pitch"?  Nunca le pregunté.  Recuerdo que en aquel entonces vivíamos en en la casa aun sin terminar de construir.  La cama estaba en la sala.  El baño no tenía puerta.  Nuestra luz era de un quinqué. Faltaban todavia otros 2 o 3 años para que tuviésemos cuartos con puertas.  Y hacía 4-5 años que mi mamá se había separado de mi papá.   Estaba estudiando para completar el bachillerato abandonado 20 años antes.  Esta vez educación.  Mi papá mandaba $31.25 a la semana para aportar... a mi, supongo.  $31.25.  Al dia de hoy, 31-25 todavía es un número que causa un torbellino de emociones en mi pequeña familia de dos.  Quizás lo debo usar como PIN.  Difícil olvidarlo.  Pero en realidad cualquier cosa que nos remonte a esos días puede causar ira, llanto, tristeza, miedos...vergüenzas...juicios.  Mi mama seguro no olvida.  A veces es difícil rescatarla del espiral, una vez entra en el.  Aunque en realidad, hambre no recuerdo haber pasado.  Recibíamos cupones; mi abuela mandaba comida; almorzaba en el comedor escolar y me comía lo que otros dejaban.  Cuando todo lo demás nos fallaba, siempre podíamos contar con panas y guineos del patio.  El dinero de estudio y trabajo ayudaba un poco, pero casi todo se quedaba en la UPR. Cogíamos la pisicorre a Rio Piedras para buscar los especiales.  Los domingos caminábamos a la iglesia, y si nos sentíamos alegres, a las 12 caminábamos a la panadería para un bizcochito.  Budín? Quesito? Hmmm... En días de aventuras, lo seguíamos hasta la parada de guaguas para ir al cine.  Algunos domingos en la tarde esperábamos tres horas, perdíamos la esperanza y regresábamos caminando a casa.

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Relatos del hambre: Sandra

Cuponeamos porque la pensión no da!

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Relatos del Hambre: Elithet

En estos pasados seis años, anualmente, y en ocasiones semestralmente, me han temblado las rodillas al preguntarme si tendré trabajo al terminarse el periodo de contratación. Mi alma se atribula cada vez que recibo llamada de alguna colega en EEUU que me insiste en que ya es tiempo de tener el espacio oportuno para llevar a cabo una carrera que me permita “avanzar”. “Regresas cuando te retires, a darte vida de la buena…” El amor obstinado, arraigado, convencido, enloquecido por esta isla, hace que haga sentido mantener la esperanza, pese a la larga espera.
 
 Hace diez años, me fui a la gran “America” a obtener un doctorado, pues mi vida laboral en ese momento me llevaba a buscar opciones de “progreso.” Recuerdo muy bien el día que me fui. Tenía la mirada nublada, cubierta de lágrimas porque dejaba atrás la vida entera. Nunca había visto nieve, y me preguntaba si mi inglés criollo me iba a servir de algo en la torre de marfil, esa dominada por hombres blancos adinerados. Tan pronto llegué me pidieron el “green card.” Ahí me di cuenta de que lo que me esperaba no iba a ser fácil. Cercana a terminar cuatro años de sacrificio, de arrastrar el cansancio de 3 trabajos, con préstamos a cuestas, sacrificio vestido de honra, de acuerdo a mi abuela, me preparaba para terminar el grado doctoral. Cada línea que se llenaba en el curriculum vita, llevaba colgando sueños viejos, la culpa por las ausencias en la vida de los míos, de las mías, y la siempre presente duda de qué pasaría cuando terminara esa etapa de vida.

Ya cuando llegaba el tiempo de buscar empleo, las oportunidades en Puerto Rico eran inciertas. No me quedó opción que buscar en “America,” donde varias universidades le daban la bienvenida a la profesora Latina, quien podría representar en los comités de inclusión y diversidad, quien podría ayudar a llenar las cuotas de reclutamiento de mujeres  y de “people of color,” y ¡encima sabía investigar! Fueron varias las entrevistas, un par de ofertas. Alguna amiga me dijo: “¿De que te quejas, mija? ¡Mira el vaso lleno!”

Pensé que había podido manejar la tristeza de no poder regresar a la isla, a hacer allí y estar con mi familia, hasta que a mi papá le diagnosticaron cáncer.  ¿Cómo me iba a perdonar no estar junto a él? El sueño de regresar se veía cada vez más lejos. Me habían ofrecido una plaza como docente en una universidad en Texas. Hice la visita a la universidad para completar el proceso de entrevista. ¡Una oferta perfecta! Se suponía que estuviera contenta. Lloré tanto en el vuelo de vuelta, que varios desconocidos tuvieron que consolarme.  Cercana a esa fecha me llamaron de Puerto Rico para decirme que era posible que me pudieran ofrecer un contrato de servicios. O sea, nada de garantías, y mucho menos beneficios, y asumiendo responsabilidades grandes. “Nada, más adelante surgirían oportunidades más estables,” recitaba una y otra vez. No lo pensé para aceptar regresar a Puerto Rico con un contrato por cinco meses. Me tocaba avisar en Texas. El decano que me había ofrecido la plaza docente hizo un silencio largo al recibir la noticia. Sorprendido con mi cambio de “chinas por botellas,” dijo que iba a dejar abierta la oferta un tiempo, para que yo me asegurara de que mi decisión había sido la más sabia. ¡Pero es que yo anhelaba, necesitaba, estar y hacer en casa! Regresé con bríos nuevos, energizada, esperanzada. Pero “las crisis” habían marchitado un poco esa energía a flor de piel, pues al cabo de un año, tuve que volver a EEUU a trabajar. Al tiempo, obstinada, regresé a la isla, y tras seis años continúo como cuando empecé, en un contrato de servicios, con sobre carga de trabajo, a veces sin paga, dejando la vida, amando sin condiciones ese espacio en el que trabajo. Y ese es el caso de muchas y muchos.  

En estos pasados seis años, anualmente, y en ocasiones semestralmente, me han temblado las rodillas al preguntarme si tendré trabajo al terminarse el periodo de contratación. Mi alma se atribula cada vez que recibo llamada de alguna colega en EEUU que me insiste en que ya es tiempo de tener el espacio oportuno para llevar a cabo una carrera que me permita “avanzar”. “Regresas cuando te retires, a darte vida de la buena…” El amor obstinado, arraigado, convencido, enloquecido por esta isla, hace que haga sentido mantener la esperanza, pese a la larga espera. Se hace más con menos, y una se siente afortunada, por el hecho de al menos tener un trabajo, como si en algo eso mejorara una injusta realidad.  Ya es demasiada la gente que tiene que partir pues lo ha querido así “un destino” con nombre y apellido y gracias a las múltiples crisis que tienen raíces estructurales profundas, indignas, mezquinas y dolorosas. A pesar del futuro incierto que se vive en todos los espacios de la vida de las puertorriqueñas, no podemos darnos el lujo de sucumbir a la impotencia. Cuando el corazón se divida, y con esfuerzo apenas se logre que en parte coexistan la rabia y la esperanza, hagamos eco… despiertas…de las palabras de Julia… somos puños cerrados. Resistamos.

 
Elithet Silva Martínez

miércoles, 19 de agosto de 2015

Los relatos del hambre de las mujeres- Convocatoria

https://www.facebook.com/events/964787353542702/
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Mujeres: Esta es la próxima convocatoria amplia de "Acción de Pueblo"!

Todos los días las mujeres resistimos, pero tenemos:

hambre de servicios básicos
hambre de desarrollo económico
hambre de justicia
hambre de equidad
hambre de seguridad y paz!

 Unidas vayamos hasta la plaza Colón el próximo domingo 6 de septiembre a las 10:00 am.

¡Contemos nuestros relatos! Si tienes uno que quieras compartir puedes escribirme a vera98upr@gmail.com!

Ya no nos van a ignorar.
‪#‎somosaccióndepueblo‬ y ‪#‎mujeresenresistencia‬