Apuntes reflexivos de una bloguera feminista*
En lo que va del año 2010 a las mujeres en Puerto Rico nos han bañado con gasolina y prendido en fuego, nos han chocado el carro para obligarnos a bajarnos de él y acribillarnos, han pagado a un matón para que nos dispare delante de nuestro hijo, nos han arrancado parte de la nariz de un mordisco, nos han disparado delante de nuestra abogada en una reunión por el pleito de divorcio, han entrado a nuestras casas y nos han violado frente a nuestro esposo, han incendiado la casa dónde se encuentran nuestra madre y nuestros hijos, han pretendido borrar nuestras historias inventando que nos hemos suicidado.
El 2010 también ha sido el año en que la Junta de la Parada Puertorriqueña de Nueva York, nombró al actor Osvaldo Ríos como padrino del evento, una joven mujer acusó a su esposo, el legislador Luis Farinacci, de terribles actos de violencia machista, una mujer , algo conocida, acusó a su esposo el ex pelotero Roberto Alomar de haberla insultado y amenazado con un cuchillo y una joven madre, desconocida hasta ese entonces, se convirtió en la figura del 2010 cuando su hijo Lorenzo González Cacho apareció asesinado bajo su custodia. Ahogados, entre insultos hacia su persona, han quedado los reclamos de Ana Cacho de que ella también fue víctima de violencia por parte del padre del niño. Todo esto, por supuesto, ofrece un campo minado de complejidades, dónde la sociedad puertorriqueña se debate, a veces como una veleta, entre extender la mano amiga o el dedo acusatorio. Elegimos a qué agresores defender y a cuáles víctimas condenar. O, a veces, invertimos horas para convencer a quien nos oye sobre quién es el malo o la mala de la historia.
La violencia contra las mujeres en Puerto Rico debe enmarcarse en lo que se ha venido a conocer como el feminicidio. Este término, ideado por Jill Radford y Diana Rusell, y
traducido al contexto latinoamericano por la feminista mexicana Marcela Lagarde, da cuenta de todas las complejidades de lo que significa que las mujeres sean objeto de violencia por ser mujeres. El término no sólo incluye los asesinatos, las violaciones y los maltratos de las mujeres por parte de los hombres, sino que analiza todas las circunstancias sociales, económicas, políticas y culturales que abonan el camino para que germine la violencia de género. Incluye también la violencia institucional. Me parece que en Puerto Rico, al igual que hemos logrado- en gran medida- trascender los límites lingüísticos y de significado del término violencia doméstica- debemos también comenzar a familiarizarnos y a promover el uso del término “feminicidio” por las muchas complejidades que pretende recoger y atender, además de que serviría como enlace con el resto de las mujeres del mundo, en especial, nuestras hermanas de América Latina que ya hace tiempo están trabajando desde ese concepto.
Para esta noche, las compañeras del Movimiento Amplio de Mujeres me han solicitado que reflexione junto a ustedes sobre la ola de violencia contra las mujeres puertorriqueñas, incluyendo las mujeres transgénero y transexuales, en especial, aquellas expresiones de violencia que nos marcan más íntimamente, los asesinatos, las violaciones y los malos tratos. Esto lo haré desde mi perspectiva como feminista y documentada por información que he logrado recopilar durante el último año y medio a través de mi blog Mujeres en Puerto Rico.
El año comenzó alentadoramente. En enero ni en febrero hubo asesinatos de mujeres en nuestro país. Todo cambió el 5 de marzo de 2010 cuando Wanda Díaz Olivo fue asesinada de un tiro en la cabeza en el cuarto que compartía con su compañero en el Residencial Público Martínez Nadal. En un principio, sólo se radicaron cargos contra el hombre por violación a la ley de armas, mientras las autoridades supuestamente investigaban su versión de que Wanda se había suicidado. Poco tiempo después de la muerte, la Procuradora de las Mujeres confirmó- en entrevista periodística- que Wanda fue asesinada.
Luego el 19 de marzo fue asesinada Olga Ramos Cepeda. Sin embargo, cuando llegó el tercer asesinato del año, el de Carolyn Sánchez Ortiz tanto la Procuradora como los medios reportaban que ella era la segunda víctima del año. Darme cuenta de que no estaban contando a Wanda como la primera víctima del año significó para mí varios meses de trabajo en que entre otras cosas envié comunicaciones a periodistas, que nunca obtuvieron respuesta. En representación de la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados, me comuniqué con la división de violencia doméstica del Cuartel de Bayamón, dónde una amable agente me informó que a Wanda no la incluían como víctima de “violencia doméstica” porque faltaba un informe del Instituto de Ciencias Forenses. Fui yo quien le tuvo que notificar que ese informe estaba listo, tan listo como que el Instituto había emitido un comunicado de prensa informándolo.
Finalmente, el 8 de junio pude anunciar dos buenas noticias en mi blog: Osvaldo Ríos había cedido a la presión organizada y se retiraba de la Parada Puertorriqueña de Nueva York y una jueza le encontró causa probable para arresto a la pareja de Wanda por haberla asesinado. Por alguna razón, no me sorprendió que las dos noticias se dieran el mismo día.
En los meses de mayo y junio, ocho mujeres fueron asesinadas. Ya para ese entonces yo me había comprometido con monitorear los medios para poder fiscalizar la manera en que la Policía y la Oficina de la Procuradora de las Mujeres manejaban las estadísticas. Así, cuando los asesinatos se daban a veces con menos de 24 horas de diferencia me di cuenta de que algo andaba muy mal. Entre las asesinadas en ese periodo, está Maribel Castrodad, la famosa esteticista, baleada en su casa por su esposo un conocido productor de espectáculos que cometió suicidio. Curiosamente, al lugar de los hechos llegó un legislador que lamentando la muerte de su amigo,
dijo:
“Esto es un caso que tiene a todo el mundo anonadado. Cada caso de violencia
doméstica hay que evaluarlo con su justa perspectiva. Me ha dejado anonadado y
apenado”, indicó el legislador con los ojos sumamente aguados”.
Ese legislador fue Georgie Navarro, el mismo que hace poco nos enteramos que
hostigó a una periodista en una convención de legisladores estatales en Estados Unidos. Nos hablaba el legislador de “justa perspectiva”, tal vez la misma que utiliza la Procuradora de las Mujeres cada vez que utiliza a Maribel como ejemplo de las mujeres que “subestiman a su agresor” o “no utilizan correctamente la orden de protección expedida a su favor” o tal vez, es la perspectiva que aplicaron los amigos de la pareja que encontraron adecuado despedirse, en una misma esquela, tanto de Maribel como de su asesino, cual si hubieran muerto en un accidente.
Con esto último, no pretendo invisibilizar ni subestimar el dolor de los familiares del agresor, cuando suceden cosas así. Al contrario, he tenido la oportunidad de conocer, de cerca, el dolor de una madre cuando su propio hijo le ha arrebatado a una nuera amada y ha dejado de ver, de la noche a la mañana, a sus nietos, pues los familiares de la mujer asesinada le han prohibido el acercamiento. Pero no por esto, debemos de dejar tener claro que cada vez que un hombre asesina a su compañera o ex compañera lo hace por un ejercicio de poder, en que los lados de la ecuación criminal nunca han estado en igualdad de condiciones.
Recientemente, en un magnífico artículo para el periódico español El País, la periodista Victoria Torres Benayas intentaba buscar una respuesta a la pregunta:
“¿Por qué los machistas no dejan de matar?” Entre las posibles respuestas, se sugirió la crisis económica, algo que algunas expertas reconocen como un factor estresante pero no determinante; el llamado efecto “contagio” que se da cuando un potencial asesino, al enterarse de los asesinatos de otras mujeres, logra identificarse con el agresor, reforzar sus convicciones, visibilizar objeto y consecuencias, a decidir cuándo y cómo asesinar a su propia pareja; la también la violencia institucional, que se da, por ejemplo, cuando los juzgados le fallan a las mujeres una y otra vez; y lo que se ha venido a caracterizar como el “neomachismo” que no es otra cosa que la reacción violenta que los adelantos en los derechos de las mujeres provocan en los sectores más conservadores. Todas estas posibles respuestas caben ser analizadas en Puerto Rico. ¿Qué sucede? ¿Por qué nos siguen asesinando?
El año pasado 18 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas en casos de los que el Estado caracteriza como “violencia doméstica”. Este año, a alturas de este noviembre, han sido 19 más. Las mencionaré por sus nombres, tal cual surgen, de un documento provisto por Policía de Puerto Rico y que coincide con la información que he recopilado en mi blog:
Wanda Díaz Olivo (27), Olga Ramos Cepeda (40) , Carolyn Sánchez Ortiz (29),
María Valentín Velázquez (55), Terry Bernier González (56), Yelitza Cordero
Mercado (28), Denisse Gerena (27), Hildred Crespo Figueroa (39), Iris Muñoz
Camacho (32), Maribel Castrodad Piñeiro (55), Christine Calixto Ramos (21),
Marisel Arocho Soto (47), Ileana López del Valle (28), Helen Piñero González
(43), Nydia Velázquez Souchet (49), Laura González Nieves (28), Michelle Delgado
Cotto (30), Verónica Santiago Díaz (27) y Leslie Mojica (33).
A pesar de que la Policía de Puerto Rico y la Procuradora de las Mujeres se niegan a categorizar estos asesinatos como violencia contra las mujeres, las mujeres transexuales que han sido asesinadas son Angie Santiago, Ashley González y Charlotte Crespo. El hecho de que se les niegue a estas mujeres su identidad sexual, aún luego de asesinadas, no es otra cosa que una doble victimización que afecta a los familiares de las víctimas y también a las otras mujeres transexuales y transgéneros que luchan día a día por sobrevivir en una sociedad hostil. Prohibido olvidar el dolor de Don Ángel González Aponte que, en reacción al asesinato de su hija Ashley, nos
decía:
“A pesar de todo era mi hija y yo la quería mucho. Ahora no sé cómo decirle que
me la mataron a su mamá... es que mi esposa está bien malita del corazón”.
Esas palabras que bien las pudo decir el padre o la madre de cualquier otra víctima del feminicidio en Puerto Rico nos deberían servir de norte para entender que extender el abrazo de solidaridad a las poblaciones más vulnerables de nuestro país, en vez de excluirlas, fortalece y nutre la lucha por la equidad, la justicia y la paz.
Otro suceso violento que he monitoreado en el blog y que todavía no acaba de resolverse. Desde mediados del año 2008, tres hombres aterrorizan el Área Metro entrando a residencias a robar y a violar mujeres. Se tiene constancia de, por lo menos, siete víctimas. En octubre del año pasado, la Policía arrestó a dos menores en plena acción de escalar un walk up, en el área dónde se cometieron violaciones. Estando arrestados los menores, el padre de uno de ellos (cuya descripción coincidía con la provista por algunas mujeres violadas) fue a buscarlo al Cuartel. Allí la Policía lo detuvo pero como el agente encargado del caso no lo pudo reconocer, inexplicablemente lo dejaron ir. Sucede que las víctimas, o algunas de ellas, al menos, estaban más que listas y preparadas para identificar a su atacante en una rueda de detenidos pero nunca las llamaron. Al día de hoy, estas mujeres no han obtenido justicia y, peor aún, estos violadores andan sueltos y cada vez que se da una violación parecida a las ya ocurridas la prensa recuerda que el caso está sin resolver. Aquí lo menciono, para ver si podemos juntas y juntos podemos idear maneras de ayudar a que estos casos se resuelvan.
En Puerto Rico, reconociendo el grave vacío de voz y acción por parte de las agencias y organismos llamados en ley a denunciar el feminicidio, las mujeres del Movimiento Amplio comenzamos la campaña Tod@s contra la Violencia Machista, con la que hemos recogido más de 1,000 firmas para exigir al Secretario de Educación que ejecute la Ley 108 de 26 de mayo de 2006, que obliga al Estado a diseñar e implantar un currículo dirigido a promover la equidad por género y a prevenir la violencia machista en coordinación con la Oficina de la Procuradora de las Mujeres. ; también hemos pintado murales con el lema y la imagen de la campaña, lo cual ha expuesto a responsabilidad criminal a cuatro de nuestras compañeras.
Estas estrategias, en gran medida, apuntan a una gran verdad: la violencia contra nosotras, las condiciones que nos hacen víctimas directas o indirectas o en potencia, no se genera de manera unidimensional ni únicamente dentro de las paredes del hogar. Las condiciones que nos vulneran son parte de la vida pública y colectiva de nuestra sociedad, por lo que debemos sacudirla para poder librarnos de ellas. Esto tan sólo se logra, organizadas, en alianzas, saliendo a la calle, siendo una presencia constante y sonante en la vida pública del país, dándole voz a aquellas que por sus circunstancias de vida temen hablar o ya no pueden hablar. Quiero creer que con amor, compromiso y solidaridad, lo lograremos.
*Ponencia en la actividad "Superando las políticas públicas gubernamentales y la violencia de género" del Movimiento Amplio de Mujeres, coauspiciada por la RSMLAC y la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados de Puerto Rico, celebrada el 30 de noviembre de 2010.