domingo, 7 de febrero de 2010

“Yo creo que ellos fueron allí a matar”

Por Jorge L. Pérez / jperez@elnuevodia.com

Adolfina Villanueva Osorio tenía 34 años cuando, el 6 de febrero de 1980, murió baleada por la Policía que intentaba desalojarla de la humilde casa de madera localizada en el sector Tocones del barrio loiceño de Medianía Alta.

La mujer presuntamente había salido machete en mano de la casa en que vivía con su esposo y sus seis hijos para enfrentar el masivo operativo del desahucio, compuesto, según se informó entonces, por cinco alguaciles y 16 policías.

Adolfina murió de un disparo en el costado. Su esposo, el pescador Agustín Carrasquillo Pinet, quedó herido de cuatro balazos en una pierna.

Dentro de la casa, de acuerdo a un estremecedor relato que el viudo le hizo días después al reportero José Rafael Reguero, de El Nuevo Día, algunos de los seis hijos -de entre 2 y 12 años, todos nacidos en el mismo lugar- lloraban a gritos en medio del tiroteo.

Según éste, la policía continuó disparándole a la casa aún después de matar a su esposa y herirlo a él, y completó su faena lanzando gases lacrimógenos.

El desahucio se completó a cabalidad, de acuerdo a la orden de un juez: la acción violenta comenzó en la mañana; una aplanadora hubo de derribar la vivienda de madera antes de que anocheciera.

La orden legal se produjo a raíz de un caso presentado por el terrateniente Veremundo Quiñones, quien compró los terrenos que el dueño anterior le había cedido al padre de Adolfina y éste, a su vez, permitió que construyera su vivienda el pescador Carrasquillo luego de casarse con su hija.

Días atrás, Marta Villanueva, hermana menor de Adolfina, quien era entonces estudiante de la UPR de Río Piedras y, es hoy en día directora de escuela, recordó con emotividad lo ocurrido 30 años atrás.

“Yo creo que ellos (los policías) fueron allí a matar”, dijo. “Mi cuñado se salvó porque se hizo el muerto y ellos no se dieron cuenta hasta después”.

Su cuñado, prosigue, fue quien identificó al sargento Víctor Estrella como quien hizo el disparo que mató a Adolfina.

Estrella fue absuelto en el juicio.

“El problema fue que se le acusó de asesinato y no se pudo probar la premeditación”, dice Marta Villanueva.

“En ese juicio hubo muchas irregularidades y se dijeron muchas medias verdades y mentiras: se habló de que mi hermana había salido con algo en la mano para agredir a la Policía, pero también dijeron que en la casa habían encontrado unas bombas molotov”.

“Las supuestas bombas molotov eran unas grillas que usaba mi cuñado para alumbrarse de noche cuando salía a pescar o a cazar jueyes”.

Y, según Marta, la demolición de la vivienda tuvo también el efecto de borrar gran parte de la evidencia.

“Antes de que lo acabaran todo, logramos rescatar una ventana”, dijo. “Estaba llena de agujeros de balas”.

“Según la prueba de balística, los agujeros iban hacia adentro, hacia el interior de la casa”.

Allí estaban en esos momentos los tres hijos menores del matrimonio: los mayores habían partido hacia la escuela.

Dos de los hijos han muerto ya. Otro estuvo preso largo tiempo en los Estados Unidos.

“Destruyeron a esa familia”, dijo Marta. “Esos niños se criaron sin una madre que los pudiera ayudar”.

A pesar de esto, y quizás acrecentada en parte debido al fallo judicial, Adolfina Villanueva ha quedado plasmada como un símbolo perpetuo para los que antes y después han luchado por permanecer en sus tierras ocupadas.

“Quizá pueda decirse que ahora las autoridades son un poco más cuidadosas”, dijo Marta, “pero los abusos de la Policía continúan y se sigue sacando a la gente de las tierras que vienen ocupando desde hace tiempo”.

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