miércoles, 25 de noviembre de 2009

No más Violencia Contra las Mujeres

Por: Eva Prados

“Después de todo, ¿dónde empiezan los derechos humanos universales? En los pequeños lugares, cerca del hogar…” (Eleonor Roosevelt)

El 25 de noviembre fue declarado el día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer en el 1er Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981. Se eligió este día porque, hace cuarenta y nueve (49) años para esta misma fecha, ocurrió el vil asesinato en manos del dictador Rafael Trujillo de tres mujeres activistas políticas de la República Dominicana, las hermanas Mirabal.

En 1999, la ONU dio carácter oficial a esta fecha de recordación. No es para menos, la violencia hacia las mujeres tanto en contextos armados como en periodos de paz es un realidad imposible de esconder. Los propios organismos internacionales y regionales han reconocido este problema como uno de carácter mundial. El Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer, (UNIFEM) ha expresado que una de cada tres mujeres sufre alguna forma de violencia en su vida. Para atender la situación se ha adoptado instrumentos internacionales y regionales como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra las Mujer “Convención de Belém do Pará” y la “Declaración en contra de la Violencia hacia la Mujer de las Naciones Unidas”.

El Comité de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) expresó en su Opinión General XIX que la violencia hacia las mujeres es una forma de discriminación que impide gravemente el goce de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre. Se definió violencia hacia las mujeres como “la violencia dirigida a las mujeres por ser mujer o que le afecta de manera desproporcionada. Incluyendo actos que infligen daño o sufrimiento físico, mental o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de libertad.”

Todos podemos ser víctimas de la violencia. Algunos por motivo de su trabajo, como el policía y el soldado, otros por razón de su bienes materiales, lo menos, porque estuvieron en el lugar equivocado a la hora equivocada. En ciertas situaciones, para bien o para mal, la víctima puede de alguna forma optar por no hacer algo que lo ayude a evitar el riesgo. Con esto no justifico la violencia ni mucho menos. Pero hay algunos, o mejor dicho muchos, que estamos en riesgo por algo que no podemos dejar en la casa y/o renunciar. Este último es el caso de las mujeres y los que por su orientación sexual, identidad de género, raza y nacionalidad estamos en riego se ser víctimas de la violencia.

En menos de dos semanas fuimos informados del crimen de odio contra Jorge Steven por razón de su orientación sexual e identidad de género, del vil asesinato de Mabel en su propio hogar, por un hombre que alegadamente no aceptó sus pretensiones amorosas, y hoy, salió la noticia de una joven a quien un hombre entró a su hogar con intensiones de índole sexual, y amenazándola de muerte, cometió actos lascivos en su contra. Las estadísticas de violencia doméstica no paran de ilustrar que hay un patrón de violencia y que esta completamente dirigido a las mujeres, para los años 2006, 2007, 2008, veinte y tres (23), quince (15), veinte y seis (26) mujeres murieron en mano de su pareja, respectivamente, versus en el caso de su par masculino fue cuatro (4), tres (3) y hasta sólo un (1) hombre en el 2008.

Estos datos y hechos sólo ilustran que las mujeres por ser mujeres y/o nuestra orientación sexual o identidad de género nos pone en mayor riesgo de ser víctimas de la violencia. Se pone en la pantalla grande nuevamente el peor de los problema de discrimen por género y orientación sexual en que vivimos muchos en este país. Hay quien dirá, pero si los que más mueres son hombres, es cierto, pero no te matan por ser hombre. Pero son a las mujeres a quienes continuamente violan, hostigan y matan, hasta nuestras propias parejas. La violencia es un problema social altamente complejo, pero no podemos seguir permitiendo que ciertos grupos tengan que vivir con mayor riesgo que otros.

Como nos dice Mackinnon: “Cuando no se ha declarado la guerra y sin embargo las mujeres son golpeados por hombres cercanos a ellas, cuando las esposas desaparecen en los estacionamientos de los supermercados, cuando las prostitutas flotan en los ríos o aparecen bajo montones de harapos en edificios abandonados, todo tiende a pasar desapercibido en los archivos del sufrimiento humano porque las víctimas son mujeres y huele a sexo”.

Sin embargo, la violencia hacia la mujer no se circunscribe, como bien surge de la definición de la CEDAW, a sólo actos de violencia física, también hay actos que infligen sufrimiento mental con impacto desproporcional en la mujer. En esta categoría de violencia yo incluiría el sufrimiento que viven las mujeres por la barreras que pone el gobierno a su desarrollo humano y económico. Por ejemplo, el pobre acceso de las jóvenes y mujeres de escasos recursos a métodos de planificación familiar como abortos voluntarios y pastillas anticonceptivas. El que una mujer no pueda optar por prevenir un embarazo no deseado, y/o terminarlo, tiene un impacto directo en el desarrollo económico y humano de ésta. Además, se promueve el uso de métodos no seguros de terminación de embarazos que pueden provocar la muerte de éstas.

Tampoco podemos olvidar el sufrimiento que representa las limitaciones económicas que viven las mujeres en Puerto Rico representado en el alto nivel de féminas que viven en la extrema pobreza. De igual manera, el martirio que están pasando tantas mujeres que han sido afectadas por las cesantías del gobierno y que han visto su estabilidad económica completamente tronchada.

Finalmente, y no menos importante, quedan las mujeres que por distintas razones están en una posición de especial vulnerabilidad, por pertenecer a su vez a otros grupos discriminados. Este es el caso tantas mujeres inmigrantes víctimas de violencia en este país, muchas bajo las manos de sus esposos, otras como víctimas de tráfico humano y la prostitución forzada. También en esta categoría entran las trabajadoras sexuales y muchas mujeres sin hogar que viven en continuo riesgo de ser agredidas, sin que nadie procure por ellas.

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