Según publicada en El Nuevo Día
14-Enero-2010 | AMÁRILIS PAGÁN JIMÉNEZ
DIRECTORA EJECUTIVA DEL PROYECTO MATRIA
Valor y precio
Ahora está de moda atribuir la crisis nacional a la falta de valores del pueblo. Los líderes del Gobierno se desgarran las vestiduras y se arrancan el cabello para luego correr a pedir auxilio a los sectores religiosos. Pero, ¿qué hay tras esa constante repetición del Gobierno y de ciertos líderes religiosos de que a nosotros, el pueblo, nos faltan valores? Nada más y nada menos que la intención de crearnos la idea de que somos inferiores ante ellos, la clase “gobernante” llamada a decidir por el bien de todos y por encima de todos.
Cabe preguntarse entonces si cada buen ciudadano que lee esta columna siente que es culpable de la actual ola de violencia, de la pobreza y de la desigualdad porque carece de valores. ¿Y qué son valores? Más allá del concepto económico de valor, está el que atañe a la ética. Los valores que tanto se mencionan por el Gobierno, deberían ser cualidades que orienten nuestra conducta y nos ayuden a decidir cómo actuar en distintas circunstancias de nuestra vida individual y colectiva.
Cualidades que, por cierto, muy bien podrían definirse sin necesidad de acudir a iglesias particulares. Sabido es que el valor del amor real y el respeto al prójimo no son patrimonio exclusivo de los líderes religiosos ni de sectas influyentes. Precisamente lo que define los valores humanos es su capacidad de trascender lo sectario para abrazar el respeto a la vida y a la dignidad de quienes nos rodean.
¿Son las personas de nuestro país honestas, respetuosas, solidarias y sensibles? Yo creo firmemente que la mayoría sí lo es. Creer en otra cosa, desvirtuar nuestra imagen de pueblo para señalar y culpabilizar de la desigualdad y la pobreza a quienes la sufren, es una canallada.
Irónicamente, quien habla de crisis de valores parece estar confundiéndolos con precio. Sí, porque mientras nuestro pueblo clama por equidad, paz y justicia, nuestros gobernantes toman sus decisiones en dólares y centavos.
¿Con cuántas monedas creen poder comprar nuestros valores? ¿Qué precio tiene la conciencia del Gobernador y de la Legislatura?
Para hablar de valores hay que vivirlos y no confundirlos con diez dólares en el bolsillo. Para gobernar un país hay que entender la diferencia entre valor -y no me refiero al término económico- y precio.
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