FRANCISCO PEREGIL | Puerto Príncipe 25/01/2010 Tomado de:
En Haití nunca es raro que las mujeres tengan que dar a luz en su propia casa sin ninguna ayuda, en el más absoluto de los desamparos. Así lo explica la enfermera noruega de Médicos sin Fronteras Veronica Gran, en el hospital Saint Catherine del barrio Cité Soleil, rodeada de parturientas en tiendas de campaña. "Unas mujeres no vienen nunca al hospital porque no tienen dinero ni siquiera para el transporte. Otras, porque no saben que el parto es gratis, que no se les va a cobrar nada. Y otras, porque saben que se han priorizado las intervenciones de cirugía sobre el resto de la atención médica. Como ocurre en todas las catástrofes, las principales víctimas han vuelto a ser la gente más débil: las mujeres y los niños".
"Estoy convencida de que al hospital vienen muchas menos mujeres de las que deberían", añade Gran. "Y muchas de las que están viniendo llegan demasiado tarde, sin que se les haya hecho ningún seguimiento médico durante el embarazo. Padecen infecciones de orina, algo que habría sido muy fácil de tratar si se hubiera detectado a tiempo. Pero como no se hace, las probabilidades de que el niño nazca con infecciones son muy altas. Otras llevan sufriendo contracciones en su casa desde hace varios días y en medio de tanto dolor no saben adónde acudir. Cuando llegan aquí traen el bebé muerto dentro de ellas. Otras han venido con la presión muy alta y con anemia y sus hijos han nacido muy pequeños y muy débiles".
"Pero si tienes un equipo para partos y no sabes cómo usarlo, de poco sirve. Las mujeres con anemia, si empiezan a sangrar, es muy difícil que superen el parto con vida", señala la enfermera de Médicos sin Fronteras que ha repartido el material.
En la maternidad del Centro Ginecológico Isaie Jeanty & Leon Audain, el médico residente de tercer año Bordes Edouard certifica que las mujeres han sido apartadas para atender casos supuestamente prioritarios. Y lamenta la desinformación que sufren las parturientas. "Este hospital cerró cuando el terremoto, pero abrió hace tres días y muchas mujeres no lo saben, a pesar de que estamos anunciándolo por la radio. Otras creen que aún hay que pagar por dar a luz, cuando desde hace unos meses los partos son gratis en los centros públicos".
Si difícil es para las embarazadas llegar a los hospitales, para las violadas el camino se hace inútil. Paul Henock, gerente del centro ginecológico citado, asegura que desde el día del temblor han llegado al hospital tres mujeres para que se las examinase después de haber sido violadas. "Pero las hemos tenido que remitir a otros centros porque no había tiempo para atenderlas", indica Edouard.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo en Haití publicado en 2006 indicaba que un tercio de las mujeres del país habían sufrido violencia física o sexual. Y que la mitad de ellas eran menores de 18 años.
En el distrito de Carrefour se han organizado patrullas ciudadanas para proteger a los cientos de personas que viven ahora en las calles. Como el edificio del Ayuntamiento de Carrefour quedó destruido, el alcalde recibe sentado bajo un árbol a todas las familias que van a pedir dinero. La asistente social Malía Joseph atiende a las mujeres.
-Aquí vienen muchas que no tienen dinero, están solas y no saben adónde ir. Para mí eso también es una clase de violación.
-¿Pero cuántas han llegado desde el terremoto para denunciar violaciones físicas?
-Ninguna. Para eso van a la comisaría.
Medio kilómetro más allá, el subcomisario de Carrefour, Angenor Pierre, sentado a la sombra con una pierna cruzada sobre la otra, confiesa:
-Han venido brigadas de ciudadanos para decirnos que hubo dos intentos de violaciones. Pero no hemos tenido tiempo de investigar nada hasta ahora. A partir del martes lo haremos. De todas formas, aquí no suelen venir las mujeres cuando las violan.
-¿Adónde van, entonces?
-A un colegio de monjas que hay ahí arriba.
Finalmente, en el colegio de salesianos de Carrefour pueden verse cientos de tiendas de campaña que se han levantado para acoger a los que se han quedado sin casa. Junto a ellas, la monja colombiana Rocío Pérez, de 67 años, que llegó hace 44 a Haití. "En este país las mujeres hacen de mamá y de papá. Son ellas las que traen a los niños a las escuelas y las que se ocupan de las casas. Los hombres pobres son muy negligentes". Rocío Pérez comenta que el sábado llegó una mujer sola que parió ahí mismo, en una tienda.
-¿Y mujeres violadas han llegado?
-De eso no sé. Pero en este país ése es un problema muy antiguo. El Gobierno siempre dice que va a hacer algo contra los bandidos, pero nunca hace nada. Yo recuerdo que a menudo, en el barrio donde yo trabajaba, antes se comentaba que las niñas jovencitas salían a por agua por la noche y a menudo las violaban. Pero ellas no decían nada. Nunca dicen nada.
Si éstas son las vueltas que un blanco ha de dar para sacar algo en claro sobre las violaciones después del terremoto, cuántas no dará una mujer negra, con marido o sin él, que duerma en la calle y que se haya armado de valor para denunciar una violación. Y si decidiera abortar, más le valdría desechar la idea. "Un aborto cuesta desde los cien dólares que cobra cualquier médico charlatán de los que te encuentras en la calle hasta los 250 de uno serio", informa la asistente social Malía Joseph.
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