De lejos los reconocemos. Nosotras, tranquilas, pasándola bien, bailando o trabajando, creyéndonos dueñas de nuestro espacio hasta que aparecen: los borrachos, envalentonados gracias al whiskey, se acercan supuestamente a decirnos algo, la excusa perfecta para pegar sus caras a las nuestras, agarrar nuestros hombros, tocar nuestras manos y nosotras, ya intranquilas, reaccionamos diciendo cualquier cosa, haciendo muecas, pidiendo auxilio a las amigas y, muchas veces, alejándonos, preguntándonos en dónde quedó nuestro derecho a vivir en paz.
Lo de arriba ha sido experimentado, me atrevo a especular, por la mayoría de las mujeres puertorriqueñas. Es el tipo de acoso cotidiano, igual que los comentarios no deseados de índole sexual que nos dicen en la calle, o los chistes sexistas que escuchamos por ahí, que no sale en las portadas en los periódicos ni suele ser motivo de legislación especial. Sin embargo, tales acercamientos indebidos marcan la vida de las mujeres desde niñas tanto así que muchas de nuestras decisiones del día a día (en que acera caminamos, qué ropa nos ponemos, a qué lugares asistimos) toman en cuenta, a veces conciente y otras inconcientemente, que ese tipo de acoso existe. Lo triste es que muchas veces cuando nos quejamos se nos tilda de exageradas, intolerantes e intransigentes. A veces, nos sentimos solas.
Sin embargo, de repente, las circunstancias nos dan una mano y alguien capta la jugada en video. Entonces, no hay excusa que valga. Las mujeres vimos el video de la ABC del legislador Jorge Navarro, en supuesto viaje oficial, acercándose a una estudiante periodista en medio de una juerga, besándola y tocándola sin que ella demostrara desearlo y, en seguida, reconocimos la situación. Nos vimos reflejadas en el lenguaje corporal de la muchacha, la manera en que intentó despachar al legislador sin ser hostil, la forma en que trató de ignorarlo, la mueca de hastío y finalmente, su retirada. El medio que publicó el video, sin temor, le puso nombre y apellido a la conducta: “acercamientos no deseados”. El legislador intentó excusarse con que tuvo que acercarse de esa manera a la mujer para poder entenderla mejor, puesto que no comprende muy bien el inglés. Sí, claro. De lejos, respondo a la excusa con poco temor a tampoco ser entendida: Women are not stupid, Mr. Navarro.
Lo de arriba ha sido experimentado, me atrevo a especular, por la mayoría de las mujeres puertorriqueñas. Es el tipo de acoso cotidiano, igual que los comentarios no deseados de índole sexual que nos dicen en la calle, o los chistes sexistas que escuchamos por ahí, que no sale en las portadas en los periódicos ni suele ser motivo de legislación especial. Sin embargo, tales acercamientos indebidos marcan la vida de las mujeres desde niñas tanto así que muchas de nuestras decisiones del día a día (en que acera caminamos, qué ropa nos ponemos, a qué lugares asistimos) toman en cuenta, a veces conciente y otras inconcientemente, que ese tipo de acoso existe. Lo triste es que muchas veces cuando nos quejamos se nos tilda de exageradas, intolerantes e intransigentes. A veces, nos sentimos solas.
Sin embargo, de repente, las circunstancias nos dan una mano y alguien capta la jugada en video. Entonces, no hay excusa que valga. Las mujeres vimos el video de la ABC del legislador Jorge Navarro, en supuesto viaje oficial, acercándose a una estudiante periodista en medio de una juerga, besándola y tocándola sin que ella demostrara desearlo y, en seguida, reconocimos la situación. Nos vimos reflejadas en el lenguaje corporal de la muchacha, la manera en que intentó despachar al legislador sin ser hostil, la forma en que trató de ignorarlo, la mueca de hastío y finalmente, su retirada. El medio que publicó el video, sin temor, le puso nombre y apellido a la conducta: “acercamientos no deseados”. El legislador intentó excusarse con que tuvo que acercarse de esa manera a la mujer para poder entenderla mejor, puesto que no comprende muy bien el inglés. Sí, claro. De lejos, respondo a la excusa con poco temor a tampoco ser entendida: Women are not stupid, Mr. Navarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario