Aquí les comparto mi aportación:
No sólo con gas pimienta
Recientemente, a preguntas del periodista Rafael Lenín López, el Gobernador de Puerto Rico justificó el abuso policiaco del pasado 30 de junio a las afueras del Capitolio aludiendo a que las personas allí manifestándose tenían piedras y gas pimienta en sus mochilas. “Yo no sé tú pero yo no llevo “pepper spray” encima”, contestó el Gobernador. Tal vez, detrás de esas palabras dichas presuntamente de manera espontánea se esconden las verdaderas razones por las cuales el actual Gobierno ha fallado en representar los intereses de las mujeres en Puerto Rico desprotegiéndolas en situaciones de violencia o victimizándolas directamente con despidos a madres jefas de familia, desmantelando la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, invirtiendo los escasos recursos gubernamentales en campañas ultra con servadoras y fallidas como “Promesa de Hombre” o literalmente tirándonos por unas escaleras en medio de una manifestación. Si para el Gobernador de Puerto Rico sólo se anda con gas pimienta encima para provocar violencia, es porque desconoce que cientos de mujeres en este país tienen gas pimienta, navajas, cuchillas o hasta armas de electrochoque en la cartera y en sus casas no para generar violencia, sino para defenderse de ella.
La violencia hacia las mujeres en Puerto Rico ya ha sido asumida por muchas y muchos como parte de nuestra cotidianidad. Desde que nacemos hasta que morimos las mujeres nos sabemos en riesgo. Aunque nos cueste aceptarlo Puerto Rico es, decididamente, un país violento que se ensaña específicamente contra las mujeres. Dan cuenta de ello, los titulares de todos los días: Mujer embarazada es interceptada, mientras hace ejercicios, la secuestran, la violan y la asesinan; Mujer es violada en estacionamiento público en el Viejo San Juan; Violador en serie aterroriza a estudiantes en Río Piedras ; Hombre mata a disparos a su ex-esposa y balea al hijo de ambos. Por ello, la mera posibilidad de convertirnos en víctimas de una agresión se ha convertido en una agresión por mérito propio, una agresión constante y continua que mutila nuestra autonomía y decide por nosotras desde qué ropa utilizar (para que nos tomen en serio), qué trabajos aceptar (en un ambiente dónde no nos hostiguen), por cuál acera caminar (en donde no tengamos que someternos a comentarios no deseados), en dónde estacionar (que no nos agarren desprevenidas), en dónde vivimos (que tenga seguridad 24/7).
Al fin y al cabo, la lista de consejos para evitar ser victimizadas es larga: no te pongas faldas cortas; no te mudes sin antes poner rejas; no aceptes tragos a desconocidos, o mejor, a nadie (que a veces los conocidos son los peores); no hagas jogging en la noche; deja las luces encendidas; duerme con una navaja al lado de la cama; no te estaciones en Covadonga, en las calles sospechosas de Ocean Park, en cualquier calle del casco de Río Piedras, ni en el multipisos de Plaza Las Américas; no rías las gracias; no salgas hasta la madrugada y, tal vez, ahora habría que añadir no asistas a marchas. Una no puede evitar preguntarse qué pasa si se obvian los consejos. Si nos agreden, ¿cuál será nuestra justificación para ganar la solidaridad de la sociedad? De esto obviamente nada sabe el Gobernador de turno.
En un país donde cada quince días una mujer es asesinada por razón de su género (en los primeros seis meses del 2010 ya suman unas 15) y otras tantas son maltratadas, agredidas sexualmente y hostigadas en sus trabajos, es imperativo que nuestras instituciones ejecuten estrategias efectivas para contrarrestar esta situación de emergencia. En su momento la feminista Bell Hooks en Feminist Theory: From Margin to Center (1984) sostuvo que era imposible combatir la violencia contra nosotras sin trabajar la relación entre el sistema capitalista y la violencia generalizada. Decía que poco podía esperarse de una sociedad que se fundamenta en la explotación económica de sus ciudadanas y ciudadanos. En Puerto Rico, cabe preguntarse si el conservadurismo económico y social del actual Gobierno nos está llevando tanto a mujeres como a hombres a callejones sin salida que rebotan invariablemente en violencia. También, si es posible que los mismos funcionarios que nos rompen la cabeza en medio de una manifestación sean capaces de evitar que nuestras parejas o ex parejas nos golpeen. El nombramiento fallido de Johanne Vélez como Procuradora de las Mujeres únicamente porque el fundamentalismo religioso la emprendió contra ella fue la punta de lanza de lo que estaba por venir. A eso le siguió el limbo en que se ha dejado la incorporación de la enseñanza desde una perspectiva de género al currículo de las escuelas públicas, la institucionalización de campañas conservadoras como “Promesa de Hombre” que en vez de cuestionar, reafirman las camisas de fuerza que suponen los roles de género, el despido de más de 20,000 trabajadoras y trabajadores gubernamentales, y la reciente represión ilegal de protestas legítimas, con las mujeres llevándose la peor parte de los golpes. Todo ello ha hecho claro que no contamos con un Gobierno sensible a las necesidades de las mujeres. Por el contrario, nos encontramos ante un Gobierno que nos violenta, a la menor oportunidad; un Gobierno que se ha convertido en uno de nuestros principales agresores cuando nos coloca en posiciones de vulnerabilidad.
Por tanto, nos resta a las mujeres organizarnos para lograr - sin depender exclusivamente del Estado - el mejoramiento de nuestras circunstancias de vida. Si es verdad que tenemos derecho a salir a la calle sin temor a ser objetos de violencia, no podemos limitarnos a repudiar la acción o falta de acción del Gobierno de turno. Debemos dirigir nuestros esfuerzos contestatarios a las fuerzas invisibles que empujan a los Fortuño de la vida, desde la Iglesia que miente, tergiversa y manipula lo que significaría una educación con perspectiva de género hasta los llamados grandes intereses que persiguen una Alianza Público-Privada para reclutar a madres y padres de familia sin las condiciones laborales que éstos creían garantizados en sus anteriores empleos y, a su vez, privatizar servicios de primera necesidad. La violencia contra nosotras, las condiciones que nos hacen víctimas directas o indirectas o en potencia, no se genera de manera unidimensional ni únicamente dentro de las paredes del hogar. De igual manera, debemos de enfrentarla desde varios frentes. Nuestro Gobierno se ha encargado de visibilizar dramáticamente una gran verdad: las condiciones que nos vulneran son parte de la vida pública y colectiva de nuestra sociedad, por lo que debemos sacudirla para poder librarnos de ellas. Esto tan sólo se logra, organizadas, en alianzas, saliendo a la calle, siendo una presencia constante y sonante en la vida pública del país. ¡Qué se sepa que no sólo contamos con el gas pimienta en la cartera! Somos muchas y estamos dispuestas a luchar.
La autora es abogada Vice-Presidenta de la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados(as) y fundadora del blog Mujeres en Puerto Rico (http://www.mujeresenpr.blogspot.com)
2 comentarios:
Gracias, Vero, por tu excelente columna como siempre!!
Gracias, Vero, por tu excelente columna como siempre.
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