Hay mujeres para quienes las alegrías del embarazo y la lactancias son tan intensas, que quieren repetirlas indefinidamente; tan pronto como destetan al bebé, se sienten frustradas […] [La mujer] [y]a no es un objeto sometido a un sujeto; tampoco es un sujeto angustiado por la libertad, sino esa realidad equívoca que se llama vida. Por fin, su cuerpo es de ella, puesto que es del hijo que le pertenece. La sociedad le reconoce su posesión y la reviste, además, de un carácter sagrado. El seno, que antes era un objeto erótico puede exhibirlo ahora, porque es fuente de vida, hasta el punto de que hay cuadros piadosos que nos muestran a la Virgen Madre descubriéndose el pecho para suplicar a su Hijo que salve a la Humanidad. Enajenada en su cuerpo y en su dignidad social, la madre tiene la sosegadora ilusión de sentirse un ser en sí misma, un valor perfectamente logrado.
Texto:
El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir (1949)
Obra:
La Virgen de la Leche
L. Asenjo (1864)
Museo de Porta Coeli, San Germán
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