Servimos a la población más vulnerable entre las vulnerables en Puerto Rico: a
la mujer inmigrante dominicana
(El Nuevo Día/ Mariel Mejía Ortiz)LAURA CANDELAS / Especial para El Nuevo Día
Romelinda Grullón engaña. Es pequeña de estatura, tiene un hablar dulce y suave y varias veces durante la entrevista, se le llenan los ojos de lágrimas al hablar de las injusticias que sufren sus compatriotas, las inmigrantes dominicanas.
Pero hasta ahí llega la aparente fragilidad. Que nadie se equivoque. Esta mujer de aspecto tierno es una guerrera que no conoce los límites cuando de defender a sus compatriotas se trata.
Romelinda salió de la República Dominicana huyendo de una relación de maltrato conyugal emocional. Se fue a Nueva York sin mirar para atrás, dejando lo más importante en su tierra: a su hija y a su madre. Más que un gesto de debilidad, fue su opción para sobrevivir. Llegó al sur del Bronx con un bagaje de luchas políticas universitarias que le prepararon el espíritu para lo que le esperaba. “En Nueva York trabajé con organizaciones de base comunitaria, lo que me ayudó mucho en mi crecimiento político y conciencia de género”, recuerda.
Allí se unió a las luchas de otros migrantes y conoció la situación colonial de Puerto Rico participando en actividades a favor de la libertad de los presos políticos boricuas. “Antes de venir aquí me unía a Puerto Rico la solidaridad con este país”, expresa.
En Nueva York también se unió al Centro de Desarrollo de la Mujer Dominicana que ofrece ayuda a las migrantes de la nación caribeña, colaboró con grupos sindicales y organizó a trabajadoras domésticas dominicanas y de otros países latinoamericanos.
Después de 18 años en Nueva York pensó en regresar a su país. “Ya había mandado la mudanza”. Pero el destino le tenía otros planes. Conoció a su actual esposo, “un jibarito de Ciales” y cambió su ruta hacia Puerto Rico.
Romelinda llegó de Nueva York sin conocer a nadie en Puerto Rico. Para orientarse, lo único que traía en el equipaje era una lista de teléfonos de personas que la podrían ayudar a continuar su trabajo comunitario.
Desde que llegó comenzó a investigar sobre la comunidad dominicana en la Isla y supo que no había ninguna organización que le brindara servicios y ayuda. “Ni en la propia comunidad ni en el consulado”. Romelinda asegura, y puede hablar por experiencia vivida, que la situación de desventaja de las dominicanas aquí es similar a la que padecen en Nueva York con la diferencia de que allá la mayoría de sus compatriotas tienen visas y su situación legal es mejor. “Aquí la situación es irregular, están clandestinas, son invisibles”, explica.
“Servimos a la población más vulnerable entre las vulnerables en Puerto Rico: a la mujer inmigrante dominicana”, explica de forma contundente la directora del Centro de la Mujer Dominicana.
Antes de fundar el Centro, y con la ayuda de varias profesoras de la Universidad de Puerto Rico, se hizo un estudio de necesidades de la comunidad dominicana. “Descubrimos que 8 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia doméstica”. De modo que las necesidades eran obvias.
La trabajadora social fundó el Centro de la Mujer Dominicana en el casco de Río Piedras en el año 2003 y desde entonces han asistido cientos de mujeres brindando una diversidad de servicios, como los de orientación sobre violencia doméstica, ayuda legal, acompañamiento a los tribunales, conseguir permisos y servicios de salud, entre muchos otros. “Vienen aquí como si fuera su casa. Sienten que aquí se les escucha y se les apoya”, afirma.
Aunque Romelinda estudió sicología y una maestría en Trabajo Social, la vocación de ayudar a otros no la aprendió en las aulas.
Asegura que desde que tenía 13 años viene dando la pelea por los menos favorecidos de la sociedad. Recuerda que a esa edad, viviendo en La Vega, un pueblo en el centro de la vecino isla, un día vio a unos campesinos “machete en mano” luchando por sus tierras.
“Llegué al Liceo, se lo informé a mis compañeros y fuimos para allá (a apoyar a los campesinos). Desde ese momento me integré al movimiento estudiantil y no he parado”.
Aun viniendo de una tierra de mujeres valientes, como las hermanas Mirabal, Romelinda reconoce que el machismo de su cultura dificulta el trabajo del Centro. “No es bien visto (el Centro). Amenaza el patriarcado y el sistema. Aquí asistimos a las mujeres para que solucionen sus problemas, para empoderarlas, para transformarlas y que apoyen a otras mujeres”, asegura.
Pero el problema de la violencia doméstica no es el único que enfrentan estas mujeres. La xenofobia o prejuicio tanto contra las dominicanas y como hacia los dominicanos es un asunto igual de serio y grave. Romelinda opina que la comunidad debe tomar ejemplo de los grupos “gays” en Puerto Rico que han obtenido grandes logros denunciando la situación que viven y han logrado reconocimiento y respeto. “Si los problemas no se hablan, no se les pueden buscar soluciones”.
Y concluye con una reflexión: “Puerto Rico debe empezar a mirar más hacia el Caribe, hacia sus vecinos. Tenemos más cosas que nos unen que las que nos separan”.
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