lunes, 19 de marzo de 2012

Un padre y una madre que no se olvidan de amar ni de luchar

Hoy la Prensa nos informa que "[e]l ex militar convicto por la muerte de su ex pareja, Michael Uscinowicz Simpson, fue sentenciado a dos años de prisión por el juez Enrique Arias Maldonado, del Tribunal de San Juan". (Primera Hora, edición virtual, 19 de marzo de 2012)

Ante noticias así, muchas veces me concentro en criticar al sistema de justicia. También muchas veces me quedo con la frustración de las explicaciones que el propio sistema provee. Al fin y al cabo, todas y todos tenemos el derecho a que el Estado nos pruebe los cargos en nuestra contra más allá de toda duda razonable. Entonces, el sistema no valida los años de experiencia de una trabajando con el tema de la violencia de género, ni valida las horas invertidas en escuchar testimonios de víctimas y sus familiares... al final, una se tiene que conformar con buscar justicia para otras mujeres, porque a las muertas ya les fallamos.

La historia de Verónica trasciende al caso criminal contra quien disparó contra ella. Es también la historia de una familia, en especial, un padre y una madre, que- contra viento y marea- han luchado para reivindicar a su hija. Su hija, tocaya mía, apenas tenía 26 años cuando su novio le disparó con un rifle.


Allá para el verano de 2010 nos enteramos de un confuso suceso en un condominio de lujo de Guaynabo, en el que un ex militar disparó un rifle y su novia murió como resultado del disparo. La familia de Verónica y sus amigas siempre sospecharon que el incidente fue intencional, porque Verónica ya había roto anteriormente con el hombre y porque las probabilidades de que un ex militar no sepa manejar un rifle les parecían mínimas. Desde un inicio el hombre se acogió a su derecho a no autoincriminarse.

La familia de Verónica, espantada por lo que les parecía un estancamiento de la investigación sobre la muerte de su hija, recurrieron a la presión política. Organizaron una vigilia frente al Capitolio, a la cual asistieron muchas personas. Después, una de las mejores amigas de Verónica, Dana Miró, dio una entrevista a Rubén Sánchez, en la que explicaba el por qué de su convicción de que su amada amiga había sido asesinada. Dana conocía de los problemas de la pareja. Al otro día, llegó la radicación de los cargos.

Del comienzo del proceso criminal contra el acusado sólo recuerdo las palabras de la madre de Verónica:

"Asesinó a mi hija. Es un cobarde. Los hombres no matan a las mujeres"

Después de demasiado tiempo, llegó el veredicto: culpable de homicidio involuntario (y no de asesinato en 2do grado). Ante la posibilidad de que el convicto fuera condenado a una probatoria, el padre de Verónica volvió a la carga. Transformó su dolor en una huelga de hambre que duró cuatro días frente al Centro Judicial de San Juan.


Y hoy, llegó la sentencia contra Simpson: dos años de cárcel. Pueden que los mismos pasen rápidos o lentos. No sabremos.

Pero la vida de Verónica perdurará, porque fue buena hija, hermana y amiga. Y porque su madre y su padre lucharán por ella, como mi papá y mi mamá lucharían por mí: por siempre.

Gloria a quienes no olvidan.

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