Te felicito por traer al debate público y político los diferentes acercamientos que se pueden dar en torno a la lactancia, un proceso tan íntimo entre una mujer y su cría. Quisiera comenzar mi comentario confesando que soy madre lactante, de esas que se imponen a sí mismas una carga moral por juzgar en silencio y sin conocer las circunstancias a las mujeres que no lactan (lo sé, está mal, por eso no lo digo, me lo callo). Mi primera reacción es siempre pensar que si no lo lograron es porque no confiaron plenamente en sus cuerpos ni fueron asesoradas por las personas idóneas. A la vez entiendo que hoy en día la carga emocional que se le impone a la mujer que no lacta es muy pesada e injusta. Me molesta el protagonismo masculino que domina la obstetricia y el tema de la lactancia pero me molestan aun más las actitudes irresponsables e insensibles de muchas obstetras y pediatras que son mujeres, madres y profesionales pero que no brindan un apoyo adecuado y solidario en el proceso.
En mi caso, confieso que los primeros días de lactancia con mi hijo mayor fueron bien dolorosos, me laceré los pezones hasta el punto que al bebé le salió por la boquita un buche con sangre. Fuimos afortunados porque esto ocurrió mientras visitábamos a la pediatra, quien estaba certificada como educadora en lactancia y es de las que piensa que la mayoría de las condiciones de los primeros meses de vida se pueden mejorar o curar lactando. Yo estoy de acuerdo con esa perspectiva y modo de proceder, y sinceramente prefiero a una proveedora de salud que crea que muchas condiciones en la edad temprana se pueden curar de la manera más natural, utilizando y compartiendo con nuestras crías lo que nuestros propios cuerpos son capaces de producir. Me he sentido mucho más cómoda con esa perspectiva que con la de un proveedor que en ocasiones responde a otros intereses, recetando medicamentos y fórmulas costosas para solucionar cualquier situación de salud. Por eso pido a muchas de las lectoras que no me juzguen por confiar más en el cuerpo femenino que en las farmacéuticas y en las compañías que producen fórmulas.
En el caso de mi primer hijo y su buche con sangre, pues, la pediatra verificó que el bebé estuviese bien pegado, me recetó una cremita por si empeoraba y me recordó varias técnicas sencillas que ayudarían a sanar mi cuerpo (como estar en teta todo el día, echarme de mi propia leche en las laceraciones y no lavarme con jabón, entre otras). Confieso que los días que siguieron lloraba cuando el bebé se pegaba. Por eso desde ese momento pienso que todo texto sobre lactancia debería advertir que: "en muchos casos lactar podría resultar bien, bien doloroso en un comienzo". Muchos escritos dicen lo contrario, lo que te llena de dudas y sentimientos encontrados cuando la estás pasando tan mal al comienzo del proceso.
En este sentido no soy nada de romántica, entiendo que lactar en la actualidad es un proceso que requiere mucha paciencia, mucha voluntad y mucha tranquilidad, si se desea que realmente funcione. Me parece que es muy importante que el enfoque no sea tanto el de hacer sentir mal a las mujeres que no lactan sino concentrarse en las ventajas y desventajas que pudieran tener cada una de las opciones, no tan solo para el bebé sino también para la madre tomando en cuenta los espacios laborales, públicos, domésticos, privados, cuál sea…en los que por decisión propia o circunstancial (esta es la más difícil de definir y analizar) le toque desempeñarse. El hecho de que las campañas solo resalten el beneficio de la lactancia se debe a que científicamente la opción de lactar ha demostrado ser más beneficiosa para la salud del bebé (también reconozco que hay cierto grado de manipulación y el análisis de esos resultados es sumamente complejo).
Igual que ocurre con las decisiones sobre el parto, constantemente estas campañas se enfocan principalmente en la salud del bebé, olvidándose del bienestar real de la madre. Creo que se deben enfocar en facilitar herramientas adecuadas, información y grupos de apoyo a la mujer que decida lactar (que personalmente creo que debiera ser la mayoría), y hacer que cada mujer disfrute ese tiempo de lactancia para pensar y crear. Hablando con mis hermanas y amigas hemos descubierto que para algunas lactar ha abierto espacios creativos, que lactar se puede utilizar para realizar muchas actividades que brindan tranquilidad, satisfacción y placer. En los primeros 6 meses después de parir se pueden hacer muchas, muchas, muchas tareas con el bebé pega’o a la teta (reconozco que en algunos espacios laborales es bien cuesta arriba). La lactancia también puede abrir un espacio muy activo para redestribuir las tareas en el hogar, en el trabajo y en la comunidad y producir cambios permanentes dirigidos hacia a estilos de vida más equitativos y justos, mientras piensas, imaginas y sueñas con nuevos proyectos. Considero que hay que ir más allá, liberarse, claro está, pero tratar de liberarse lo más posible de todo discurso. El contacto físico con las crías durante la lactancia no debe juzgarse en términos de si los hijos te quitan o te dan libertad, sino dejar que nuestra animalidad se manifieste, ¿por qué no? Me atrevería a decir que la paz que se alcanza durante la lactancia va más allá de nuestra humanidad y me parece que - esa misma paz- es un estado fundamental para alimentar la sensibilidad de nuestra propia humanidad.
Llevo tres años corridos de lactancia, he lactado a mis dos hijos, la semana pasada desteté a la pequeña. Sinceramente, ha sido muy gratificante y bonito pensar y sentir que les he pasado lo mejor de mí, que les he transmitido (sin hablar, es decir, sin utilizar necesariamente el verbo) lo que soy capaz de producir desde las entrañas (y siendo mi propia jefa, ja!). En mi opinión y experiencia, el embarazo, el parto y la lactancia –aunque a muchas les pueda parecer una idea retrograda y antifeminista– me ha llenado de poder y he descubierto un nuevo camino y muchas pasiones desconocidas. Nunca me imaginé madre ni pensé que me conmoverían estos temas. La idea de que la mujer pierde su identidad luego de convertirse en madre podría replantearse, quizás sea bueno liberarse por un momento de la carga de la identidad, dejar que el cuerpo haga lo que tiene que hacer, para entonces emerger y, desde nuestra humanidad y condición femenina (ya en términos de constructo social y cultural), ver todo de una manera distinta. En mi caso, este proceso de aprendizaje sobre mí misma, que ha surgido desde el cuerpo, me ha ayudado a sentirme más fuerte y en control de mi vida.-Y.L.
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