domingo, 13 de mayo de 2012

Madres del siglo XXI

En promedio, las puertorriqueñas están esperando más antes de ser primerizas y muchas son jefas de familia
madre soltera
Ana Victoria Vizcarrondo junto a su hija Victoriana. (Mariel Mejía Ortiz/ END)

Por Mildred Rivera Marrero / mrivera1@elnuevodia.com
Por amor o admiración, muchos afirman que  “madre solo hay una” como si  esa frase las describiera a todas. Pero, pocos saben cómo son, qué circunstancias históricas  las definen,  qué función cumplen en la evolución de la sociedad.
Un análisis  del Censo del 2010 revela que siguen siendo pilar en  la familia y deja entrever la transformación experimentada por  esas mujeres como grupo poblacional durante la primera década de este siglo. Esperan más para tener su primer hijo, tienen menos hijos, gran parte es jefa de familia y está divorciada, estudian y trabajan.
Una mirada a la vida de tres madres de esta época confirma los números. Pero, además, ofrece explicaciones y matices que escapan a las estadísticas.
Ocurre al hablar con Ana Victoria Vizcarrondo, de 30 años. Tuvo a su hija Victoriana a los 27 años y no quiere tener otro retoño por ahora. Cuenta que es natural de la Península de Cantera, que tiene tres hermanos y que fue la única que estudió, administración de empresas.  A los 17 años comenzó a hacer trabajos de modelaje, lo cual provocó diferencias con su madre y se independizó.



Trabajó por años como vendedora  en diferentes comercios y, luego de estar desempleada por dos años, acaba de iniciar en un trabajo a tiempo parcial. No tiene carro y usa transportación pública. Es jefa de familia y no recibe pensión alimentaria para su hija, por lo que es beneficiaria del Programa de Asistencia Nutricional.
Con mucha determinación afirma que volverá a la universidad,  cambiará su situación   económica y podrá dejar de recibir ayuda del gobierno.
“Me gusta estudiar. Quiero tener mi casa y un trabajo 'full time' como antes. Quiero que mi hija esté en un colegio y tenga actividades fuera de la escuela. Yo no me compro nada. Todo es para la nena. No tengo televisor ni cable”.

 Y no está sola. Su situación es similar a la de miles de mujeres que son madres. Según el Censo del 2010 son las mujeres entre 20 y 34 años las que mayormente tienen hijos, aunque esperan un poco más para tener el primero -la media de edad subió de 22 a 25 años en una década. El igual que Ana Victoria, después de ese primer hijo lo piensan para volver a procrear. En el 2010 la cantidad de nacimientos vivos bajó 30% respecto al 2000 (42,195).

BAJO EL NIVEL DE POBREZA
Aunque, en general, las mujeres estudian más que los hombres y el 41.5% reporta estar trabajando, muchas  son jefas de familia con hijos (más del 60%) y su situación económica las ubica bajo el nivel de pobreza.
No obstante, en esos números subyace el espíritu de lucha la esperanza que mantienen en medio de una situación económica y social apretada.

Yabritza Paz Rodríguez, de 28 años,  ha dado una lección de ello a través de su vida. Su padre la crió a ella y a su hermana desde los tres y seis años, respectivamente, y cuando ella se graduó de cuarto año  fallecieron su abuela, que ayudaba en su crianza, y su madre. También en ese año salió embarazada. Integrante de una familia de bajos recursos,  con un hijo en camino y con otro que nacería un año más tarde, pudo haber claudicado. Escogió  superarse.

“Hice enfermería práctica en un instituto, mientras trabajaba, y mi papá me empujaba. Me decía que yo podía dar más. Me gradué con  3.98 de promedio en cuarto año”, recuerda Yabritza,  también natural de Cantera.

Jefa de familia, con casa alquilada y con una pensión alimentaria para sus hijos de $100, su  papá se encargó de ayudarle con el cuido de sus criaturas para que estudiara y trabajara. Ese respaldo le permitió terminar enfermería graduada y su desempeño académico le ganó una beca y un internado del Hospital Auxilio Mutuo, donde generó ingresos que le permitieron comprarse el primer carro el año antes de terminar. Hasta entonces, se transportaba en guagua pública y el tren.
Recuerda esos años con un mal sabor por los sacrificios.  “Era bien fuerte. Yo estaba en la escuela y los nenes estaban en la escuela  y llegaba a hacer asignaciones y preparar las cosas para el otro día”. Esa rutina continúa, no importa la rotación de turnos de trabajo que tenga ni lo fuerte que puedan ser los retos académicos de sus hijos, que van al colegio María Auxiliadora de Cantera, cuyo costo es viable para ella.
De sus expectativas dice: “Mi meta inmediata es hacer estudios especializados en oncología para adquirir más experiencia. Y quiero mudarme a Estados Unidos para buscar una mejor educación para mis hijos”.
Margarita Cruz, de 25 años y residente en la barriada Las Monjas, también tiene metas.  Su madre murió cuando tenía ocho años y la crió su abuela. Tiene una niña de dos años, vive sola, es jefa de familia,  paga alquiler y no tiene carro.
Trabaja en uno de los  Head Start de su sector, pero quiere terminar el año que le queda para terminar  el bachillerato en Educación y “quiero seguir estudiando la maestría porque con el bachillerato no se hace mucho”.
“Toda mi vida he trabajado desde que estaba en la universidad. Mi abuela me inculcó eso. Nunca he me dejado llevar por las dificultades. Soy una persona positiva y luchadora”, declara.
Esa aspiración de superación de ella y las otras entrevistadas debería ser la del gobierno, según la demógrafa Judith Rodríguez, quien alertó sobre la necesidad de dar más servicios para apoyar a estas mujeres en la crianza de sus hijos. “Si no invertimos en esas primeras etapas, no podemos quejarnos si el niño se convierte en un delincuente”, sostuvo la experta.

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