jueves, 17 de febrero de 2011

Confesión en honor a Julia

En honor a Julia, hoy confieso:

No ser como los hombres quieren que una sea es díficil. Ser una su propia ruta requiere de un proceso constante de descubrimiento personal. Las ansías nunca se detienen.

Hablar en público, romper una relación dañina en el momento justo y necesario, decir NO, mientras dejas a un lado los remordimientos, son actos que requieren mucha fuerza, convicción y arrojo en un largo y a veces tortuoso camino lleno de renacimientos.

Reprogramar nuestras mentes, almas, corazones para sabernos verdaderas dueñas de nuestras vidas, sin temor a represalias, sin temor al ostracismo, sin temor a la soledad, precisa una serie de encuentros (y desencuentros) que desafortunadamente muchas de nosotras nunca asumimos. Y quienes sí lo asumimos, no podemos confiarnos. Cada piedra en el camino se puede convertir en un peñón si no nos asegurarnos de que nuestros "pie[s] planos sobre la tierra promisora no resist[an] caminar hacia atrás".

A veces la piedra principal está dentro de nuestras más secretas vulnerabilidades. Sabemos que algo anda mal pero no lo detenemos porque tenemos miedo. La calle es una cosa, pero la casa, otra. Y salimos, clamamos "justicia, paz, equidad" para ellas pero cuando nos acostamos a dormir nos preguntamos, y para nosotras, ¿cuándo? . Y la respuesta se nos escapa porque estamos gordas, porque él me quiere, porque el colectivo algún día entenderá que mi turno al bate tiene que llegar. Sí, sí, porque la lucha no nos hace inmunes.

A veces entre lágrimas nos miramos al espejo. Lloramos mucho, mucho, pero terminamos sonriendo. Mirándonos fijamente reconocemos la salida al final del túnel.

Nosotras, Julia lo sabía, estamos hechas de presentes. Somos la ruta.



1 comentario:

Prometeo dijo...

Mi admiración y respeto a todas las mujeres que se dan a respetar y defienden su lugar en la sociedad.

Adelante y éxito.