Con ellas aprendí a detectar cirugías, “mama, te hiciste los pómulos”, “nena, esas caderas nuevas”, “puta, te hiciste la nariz de nuevo”; y aprendí a detectar postizos, “mama, ese foam”, “qué bello ese pelucón, puta”. O a detectar barba y bigote debajo del maquillaje. Las del fín de semana, esas que no deseaban hacer cambios permanentes a su cuerpo o que todavía no habían juntado suficiente para hacerlo, dependían exclusivamente del maquillaje para re-crearse a la imagen y semejanza de la mujer que querían ser. Hace años leí una entrevista a Dustin Hoffman donde revela que cuando vió a Tootsie en el espejo, le dijo a los maquillistas que quería verse más sexy, más atractiva. Cuenta Hoffman que cuando le dijeron que eso era lo más que podían hacer por él, con su estructura facial y corpórea, tuvo una gran desilusión, y que en ese momento él creyó entender cuán injusto era el mundo con las mujeres. Esa entrevista siempre me impactó.
martes, 21 de febrero de 2012
Una jornada personal entendiendo y re-definiendo género (parte 2)
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