Durante todo el lío post-fiestas de la Calle San Sebastían que involucraba a Gricel Mamery manifesté, más o menos en privado, mi repudio total a la doble vara con la que suele juzgarse a las mujeres en Puerto Rico. Se pretende dictarnos pautas rígidas que establecen de qué maneras debemos comportarnos, según nuestras circunstancias. A Gricel le tocó cargar, por varios días, el peso de haber , de alguna manera, traspasado la raya de lo permitido a la mujer casada. Por eso, no me convenció ni me convence limitar el asunto a si las mujeres podemos o no enseñar nuestros senos o, para todos los efectos, nuestros sostenes. Aquí la pretensión moralista totalizadora iba más allá. El problema no era sólo que disfrutemos en las fiestas, nos dicen, ni que enseñemos nuestra ropa interior o que nos dejemos tocar, el problema es que una mujer casada no puede hacer esas cosas sin consecuencias. La prueba de ello es que cuando se publicó un video que contextualizaba las fotos publicadas por El Vocero y vimos cómo un supuesto amigo de Grisel le levantaba la blusa por unos segundos aparentemente sin su consentimiento, aún el dedo acusador seguía en funciones, pues el video no salvaba que Gricel apareciera en una foto besándose con un hombre que no era su esposo. Así que la marca de la A de adúltera se combinó felizmente con la C, de casada... marca que significa distintas y variadas opresiones, entre ellas, cuidado con cómo, con quién y en dónde jangueas.
En respuesta, proliferaron en la red mujeres que ocultando sus rostros mostraban sus senos cubiertos por sostenes. "Todas somos Gricel", nos decían. Pero ¿lo somos? En primer lugar, no es cualquier cosa que las mujeres que mostraron sus senos cubiertos por sostenes lo hicieran sin mostrar su rostro. Me consta que existen compañeras dispuestas a desnudarse, de ser necesario, para denunciar las hipocresías sociales, pero la realidad es que no todas nosotras podemos ni queremos arriesgar nuestros empleos, nuestras parejas o nuestros privilegios por enseñar nuestros senos al desnudo. Y, en segundo lugar, los actos de Gricel carecían de contenido político. Es decir, lo que pasó pasó en un momento de pura diversión. Mientras que las mujeres que se quitaron sus blusas para solidarizarse con ella lo hicieron con aspiraciones contestarias... a Gricel, me parece a mí, le importó y le importa más bien poco los efectos nocivos que su despido tuvo sobre las mujeres en general. El comunicado de prensa con el que respondió públicamente a lo sucedido fue un trillado dictado de corte legalista laboral que las abogadas y abogados nos conocemos de memoria. No que yo tome a la ligera las alegaciones de discrimen. Trabajo todos los días en casos de discrimen, del lado de la parte demandante, así que conozco de cerca el sufrimiento que causa cuando te despiden injusta, torticera y discriminatoriamente de un trabajo. Ahora bien.... Gricel resultó afortunada.....
....después del reperpero social, mediático y virtual que Pedro Rúa causara cuando la despidiera del canal público, ...a los dos o tres días, Univisión Puerto Rico reclutó a Gricel para su programa mañanero Tu mañana. El anuncio habla por si solo:
Cual guerrillera con tacos rojos, pasos firmes, y otro sostén (o tal vez, el mismo de la discordia) regresa Gricel a salvarle el rating a un programa venido a menos. Y que se jorobe el mundo.
Lei más tarde que el supuesto amigo que le levantó la camisa y con quien se besara en un balcón apareció en Tu Mañana para disculparse, explicando que allá en Argentina es la cosa más natural del mundo besar a las amigas en la boca y Gricel, llorosa, lo defendía porque el tipo era bueno. Joder. Haberlo sabido antes, Gricel, me hubiera ahorrado la alta presión cuando vi que el idiota te había levantado la blusa sin tú quererlo. En fin...
Ayer en la mañana escuché un intercambio entre Elwood Cruz de Tu Mañana y Rubén Sánchez de Temprano en la mañana de Univisión Radio y, en medio de una discusión sobre gastos públicos excesivos en el 911, Cruz le ha anunciado a Rubén: "ahí te mando a Gricel con café". Y, de repente, Gricel entró al aire, con voz de adolescente, "Rubén, aquí te traigo café, bla bla bla".
Apagué la radio.
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