miércoles, 22 de febrero de 2012

Otra víctima inocente de la violencia de género

Agentes policiacos levantaron el cadáver de Roberto Mayol Rodríguez, de 58 años, tras el trágico incidente ocurrido en su hogar. (Primera Hora / EDGAR VÁZQUEZ COLÓN)

Por Javier Colón Dávila / jcolon@elnuevodia.com

PONCE - Michael Mayol Nazario observó a sus padres discutir la noche del sábado en el automóvil, mientras se dirigían a su hogar en el barrio Quebrada del Agua de esta ciudad.

Posiblemente el niño de ocho años ni entendía el motivo de la pelea. Y así, quizás soñoliento luego de un largo día en la casa de su tía y rendido por el cansancio, se fue a su cama a dormir.

Pero, no volvió a abrir sus ojos tras recibir un disparo en la cabeza de manos de su propio padre.

Mayol Nazario se convirtió de esta forma en otra llamada víctima colateral de la violencia de género que arropa el país. Su padre, Roberto Mayol Rodríguez, supuestamente furioso por los celos que sentía hacia su pareja, desbordó toda su furia contra su hijo menor. Luego agarró la misma pistola, una calibre .22, y se hizo un disparo fatal en la boca.

Ayer, José Mayol Rodríguez, tío de Michael y hermano de Roberto, hacía un esfuerzo sobrehumano para transmitir en palabras el sentimiento que le embargaba.

Michael era muy apegado a él, y a su hermano Roberto -quien además era su vecino- lo describió como un hombre cariñoso con todo el mundo. Dijo que acostumbraba llevar al niño a la escuela.

“A él le encantaba ayudar. Era un niño pequeño de ocho años y si me veía en algo me decía: ‘Tío, ¿te puedo ayudar?’”, recordó.

Mientras hablaba, José señalaba a unos mahones en un cordel. Allí los puso Michael, quien se trepó en una silla para colgarlos.

“No sé qué le dio a ese muchacho”, dijo al hablar de su hemano, veterano y empleado de la empresa Puerto Rico Steel.

José aseguró desconocer de problemas maritales entre Roberto, de 58 años, y su esposa, Liza Nazario Rodríguez, una cadete de la Policía de 32 años. Indicó que hasta donde sabía todo andaba bien entre la pareja, que también procreó a Anthony, de 16 años.

Según su relato y el difundido por la Policía, Roberto fue a buscar con Michael a su esposa por 18 años y a Anthony al residencial Juan Ponce de León. Luego dieron una vuelta por la zona de La Guancha y ahí comenzaron las peleas dentro del auto. Posteriormente llegaron al barrio Quebrada del Agua -donde residían-, pero según José se bajaron tranquilamente del auto, entraron a la casa y los niños se fueron a dormir.

A eso de las 2:00 a.m. de ayer la discusión subió de tono nuevamente. Liza, con un golpe en el labio y hematomas en los brazos, logró salir de la casa con Anthony, pero dejó a Michael durmiendo. Mientras ella, quien le dijo a la Policía que su esposo estaba entrado en tragos, llamaba al cuartel por el teléfono de su cuñado, se escuchó un disparo. Había muerto Michael.

Luego se escuchó otra detonación: la que cobró la vida de Roberto.

Según explicó el teniente Angel Feliciano, del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Ponce, la pareja ya tenía problemas e incluso el pasado 1 de enero ocurrió un incidente de violencia doméstica en que Roberto le pegó a Liza. La mujer abandonó la casa, pero no solicitó una orden de protección y al cabo de un tiempo regresó al hogar.

Ayer le dijo a la Policía que su esposo se ponía violento cuando bebía.

Sin marcha atrás

Por su parte, la procuradora de las Mujeres, Wanda Vázquez, indicó que han aumentado los casos en que los niños pasan de ser víctimas secundarias de la violencia de género a víctimas principales, como fue el caso de Michael.

“Son objeto de agresiones, desquites y corajes. Esto evidencia que cuando hay incidentes de violencia nunca debemos de dar marcha atrás después de dar ese paso tan importante (irse de la casa)”, dijo Vázquez.

A su juicio, el ataque contra Michael simboliza la impotencia del agresor, que al ver que no puede controlar a su pareja ataca al más indefenso.

“No se pueden dar segundas oportunidades”, insistió Vázquez.

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