viernes, 3 de febrero de 2012

El amor como resistencia: la música de Katia Cardenal

[Entrevista realizada por mí y originalmente publicada en 80 grados]


¿Cómo puede una canción pequeña que se despeña
salvar un alma hundida
sanar un pueblo herido
un corazón partido?

–Dúo Guardabarranco

Lo sabemos. Durante demasiados años nuestro país nos duele, y nos duele porque los golpes llegan todos los días, y desde todos los frentes: mujeres a quienes el machismo arrebata sus vidas, fiestas que se celebran con balas que nos roban el futuro, gobernantes insensibles que juegan con nuestro caudal nacional cual si fuera de su propiedad, y fuerzas sociales inconexas que hacen lo que pueden para sobrevivir a la marea. De repente, esto también lo sabemos, se suceden cosas y eventos que nos salvan. La música, por ejemplo, nos ha rescatado muchas veces, ya sea relatando la historia de nuestra resistencia, denunciando las injusticias y las más de las veces, como eterna y fiel acompañante en nuestros momentos de mayores emociones.

Todas las personas que conocemos algo de la vida de Salvador y Katia Cardenal, quienes formaron el Dúo Guardabarranco, sabemos que su música es precisamente la que acompaña a los prisioneros, los amantes, los locos errantes y los pordioseros. Juntos le cantaron al amor, a la justicia social, al respeto al ambiente… y lo hicieron desde un profundo convencimiento de que la música puede ser el motor de grandes cosas. Lamentablemente, Salvador falleció hace casi dos años, y ahora es su hermana Katia, quien confiesa que “nada le da más alegría que sembrar una semilla y sensibilizar un corazón”, la que mantiene vivas las canciones de Guardabarranco, a la vez que interpreta la música de otros trovadores y sus propias composiciones.

Katia canta “Si buscabas”, compuesta por Salvador:



Hablar con Katia Cardenal es sentir la verdad en sus palabras. La idea que podemos hacernos de ella, a través de su voz, y las letras solidarias que han hecho soñar a generaciones de América Latina con otros mundos posibles, se concretan cuando te encuentras con la sinceridad con la que habla de sus comienzos como cantautora. Me dijo en una entrevista reciente:

“Yo creo que el origen sobre todo es haberme sentido extremadamente sola cuando empecé a cantar, porque no había otras cantautoras en Nicaragua. Sentía mucho miedo y mucha vergüenza de hacer algo que no fuera de calidad, que no tuviera ninguna importancia ni incidencia dentro de lo que es la música trova de Nicaragua. Todos mis amigos de mi generación compositores eran hombres. Yo mantuve mis canciones escondidas por mucho tiempo.”

Le pregunté, entonces, cómo había logrado superar ese miedo inicial a dejarse conocer como cantautora:

“Las mujeres tenemos que alimentarnos la autoestima, de que somos capaces. En Nicaragua hay un índice enorme de violencia intrafamiliar, cada año mueren 80, 100 mujeres a manos del marido, del novio, del primo… no hay respeto. El índice de abuso sexual es altísimo. Son pocas las mujeres que realmente se paran delante de un público a decir: somos mujeres y sentimos de esta manera. Eso pasa porque somos pocas las mujeres que estamos haciendo canciones… porque si vos sos mujer y sos intérprete, vas a cantar boleros y no te vas a poner a decir, en medio del bolero, ‘reivindiquemos a las mujeres…’ Yo he siento que he logrado tener una posición en Nicaragua dónde la gente me escucha y ahora somos más las cantautoras, que tenemos el reconocimiento entre la gente, que somos capaces de opinar, de escribir una canción, de tocar temas delicados como el aborto terapéutico o el abuso sexual, que somos capaces de subirnos a un escenario solas y cantar canciones nuestras. Eso no es común en nuestros países. Nicaragua es la punta de lanza en Centroamérica. Una se siente que es la voz de las que no tienen voz.”

Cuando le agradecí que su música dejara a un lado los panfletos para reivindicar el amor en todas sus dimensiones: por las personas, la tierra y la música, el compromiso y la familia, contestó: “me encanta participar en las campañas de mujeres, de los niños, del medio ambiente… las cosas que ennoblecen al corazón humano como el amor, el respeto, la igualdad, la justicia”. En el caso de su apoyo público a la legalización del aborto en Nicaragua, me dijo una verdad que he escuchado muchas veces en mis viajes a América Latina:

“Las mujeres que realmente están muriendo en Nicaragua porque no pueden tener un aborto terapéutico son las mujeres pobres. Por eso es que esto me parece tan injusto. Nadie de la alta sociedad ha muerto por falta de un aborto terapéutico o por un embarazo mal llevado, realmente son las niñas violadas o campesinas tierra adentro o de un barrio pobre, esas son las mujeres que mueren. Por eso pensé que era justo que yo diera la cara por esas mujeres”.

Katia, a pesar de muchos años de trayectoria artística, todavía se sorprende cuando sus conciertos se llenan de jóvenes que asisten “a escuchar… no les importa cómo me veo, o quien toca conmigo, o si hay luces o si el escenario está así o asá. La palabra bondad, la palabra amor, se han perdido por completo. Yo creo que prácticamente el hecho de que a la gente le gusta lo que hacemos es porque creemos en eso. Nunca tuvimos la visión de hacer un grupo para ser estrellas y conseguir una disquera… ese elemento de honestidad de entrega y de alegría… eso regresa a ti… la gente puede percibir que no es algo coyuntural, no es una cosa de moda ni planeada, sino que nace”. Pronto tendremos la oportunidad de escuchar a Katia Caredenal cantar en Puerto Rico las canciones de su hermano Salvador, de otros compositores y las propias.


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