martes, 29 de noviembre de 2011

Otras caras del "miedo" y las "representaciones"

Aprecié muchísimo el escrito "Las mujeres y las ansías de democracia" escrito por Mara Negrón y publicado en 80 grados. Lo aprecié tanto que lo circulé entre mis personas conocidas. Una de ellas, la más cercana y amada, colocó en mi muro de Facebook las siguientes palabras, que luego copió en 80 grados como comentario al escrito de Mara:

Respeto sí, miedo no. En general, las mujeres han sido mis mejores aliadas. Con ellas he vivido mis relaciones más completas, ricas y complejas. Creo que esta vida no será suficiente para construir todos los puentes, para explorar todas las posibilidades de alianzas que nos permitan vivir y convivir con equidad, justicia, paz, respeto. Miedo no. No sólo es justo que los hombres nos involucremos en la defensa de los derechos de las mujeres. Es necesario y es conveniente. Una comunidad más respetuosa de las mujeres deberá serlo de todos los seres humanos. Esa es la meta. El respeto a una diferencia genital debe trascender al respeto de las diferencias, que nos hacen tan interesantes como especie. Como conozco las fortalezas del que alguna vez se llamó "sexo débil", prefiero que sean mis aliadas.


De repente, con sorpresa, encontré una reacción violenta del Prof. Bernat Tort a dicho comentario. Cuando la leí, varias veces, me preguntaba cómo vamos a escribir una historia de reivindicación colectiva si utilizamos nuestras posiciones livianamente como "balas" (la cita a Silvio Rodríguez como pretendida justificación lo que hizo fue evidenciar lo ofensivo del tono utilizado) como si fuera aceptable que ante una supuesta afrenta del OTRO (nunca antes mejor dicho) es válido ser violento, ofensivo. Digo, si esa es la posición, que la violencia se puede disipar con más violencia (aunque sea discursiva) pues que se diga. Pero la vida que está decayendo en el mundo entero es la vida de las mujeres. No es verdad que a todOs se nos va la vida en esta cuestión. Se nos va la vida a las mujeres y, entre nosotras, más a algunas que a otras. Y de eso, pensaba yo, trataba el texto de Mara en Las mujeres y las ansías de democracia.

No contesté el comentario de Tort en aquella ocasión aunque tenía muchas palabras y pensamientos para compartirle porque no quería que se dijera que escribía "en defensa de...". Decidí quedarme, pues, callada. Pero, luego, estando yo en Bogotá en medio del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, leo que un fragmento de los comentarios de Tort no fue sólo elevado al texto de un nuevo artículo de Mara, "Las mujeres en la era de la representación", sino que ella, de alguna manera, se adscribe a lo violentamente expresado por él en su momento. Y lo hace, curiosamente hablando de la carga ideológica de las palabras. Yo añadiría que las palabras dependen de su contexto, y que pretender desconstruirlas fuera de ese contexto, se convierte en un ejercicio jerárquico e intelectual sin contenido, porque a) no interpela a quien escribió el comentario inicial sino que lo enajena b) al final se convierte en un ejercicio de halón de soga entre quien puede citar a más “autoridades”. Así pues, se queda en un vacío. Además, surge la situación de que para decir X una o uno se inventa que el OTRO dijo A,B,C para cuadrar y justificar una posición. De esas maneras, nunca habrá diálogo y, mucho menos, cambio alguno. Mientras todo eso sucede, a las mujeres nos matan en todas partes.

Esta vez me animo a reaccionar no sólo porque “lo personal es político” sino porque me parece que las ideas expresadas como “balas” por Tort ameritan una respuesta desde el activismo feminista o, más bien, desde mi activismo feminista.

"Habitar el mundo desde la premisa de la igualdad" podría percibirse como una pretensión política muy válida pero dicha pretensión no puede ni debe pasar por alto nuestras diferencias. No somos iguales. De hecho, "equality" no es lo mismo que "sameness", de igual manera que "equidad" no es lo mismo que "igualdad". Entre otras cosas, nuestros privilegios de género, raza y clase nos hacen diferentes. Le corresponde, entonces, a quien tiene el privilegio no acomodarse tranquilamente en él. Eso nos decía, en uno de los encuentros feministas, Kaká, una joven brasileña blanca, al asumir la responsabilidad de no aceptar que la adelantaran en la espera por servicios de salud cuando otras personas negras habían llegado antes que ella. Invitaba ella precisamente a alianzas entre mujeres diversas para un fin común: la erradicación del racismo. Y sí, en más de una ocasión, habló de que un mundo libre de racismo era conveniente para todas y todos. Muchas mujeres estuvimos de acuerdo.

Del miedo a las mujeres se ha escrito mucho. Ha sido y es una de las bases de la violencia contra nosotras aquí en Puerto Rico, como en Juárez, como en Libia. Por eso aprecié muchísimo el escrito de Mara, y lo circulé entre amistades. Así como digo eso, valido que hablemos de alianzas, puentes, respeto.... lo valido porque lo vivo todos los días. Porque vivir así es mucho más fácil, porque sin eso, no podremos si quiera soñar con otras realidades. Inventarse (porque no deja de ser un invento) que quien utiliza esas palabras es un macharrán para después condescendientemente pasarle la manita porque lo es sin intención lo único que lo que puede conseguir, entra otras consecuencias, es silenciar a una voz que pretende atajar, a su manera, la violencia hacia las mujeres, y también invisibiliza a todas las mujeres que nos vemos directamente beneficiadas de contar en nuestras vidas con , hombres y mujeres, que nos ven como aliadas, y no como alguna otra cosa. Pero resulta, del fragmento que Mara escogió citar en “Las mujeres en la era de la representación” que Tort “representa” a esas "aliadas" como legitimadoras del supuesto del Mr. Mom. Las mujeres que hemos visto de frente el accionar de un hombre que nos tiene miedo, sabemos y apreciamos las diferencias.

Una alianza es la unión de dos seres para una meta en común. Quien te tiene miedo, pretende anularte, quebrarte, acallarte y, en su dimensión más tenaz, aniquilarte. Quien se posiciona como tu aliado te incentiva a escribir, a viajar, a hablar... se sienta a tu lado y te escucha, celebra tus logros como propios y si hay alguna divergencia, lo discute mirándote a los ojos. Si un hombre reconoce mis fortalezas, que no son pocas, prefiero sin duda alguna que se una conmigo a que me mate; prefiero que vea una alianza como conveniente para ambos, en lugar de que lo vea como una amenaza al poder que nuestras sociedades le han concedido sólo por haber nacido varón. Obviamente, no todas las "obligaciones éticas" son convenientes para quienes resultan privilegiados o privilegiadas en nuestras sociedades, pero muchas sí lo son. La equidad entre los géneros es uno de esos horizontes, que algunas reclamamos, como convenientes para todas y todos, pues propende a una sana convivencia en que ni el hombre ni la mujer se sientan atrapados por su género. Pero Tort, que aparenta rechazar los esencialismos, no tiene problemas en meternos a todas las mujeres que podemos sentirnos convocadas por las alianzas en un mismo bote y mandarnos río abajo.... será porque piensa que ninguna de nosotras tiene un oído o un ojo "entrenado". Pretende él hablar por mí y por otras.

De nuevo, refiero a las experiencias de vida de cada cual. Uno de los intercambios más ricos en Bogotá (y del que espero escribir con mayor profundidad en el futuro cercano) se dio en el taller de Transfeminismos. Mujeres trans, heterosexuales y lesbianas unidas en un mismo espacio que pretendía darle preponderancia a la experiencia. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu género? y ¿Por qué sabes que ese es tu género? Las respuestas, claro está, dieron paso a una serie de encuentros y desencuentros en dónde el discurso imperante era la validación de las llamadas identidades en tránsito, apartándonos, al menos discursivamente, del sistema patriarcal del sexo/género. De repente, una mujer transexual hastiada, se levantó molesta y nos dijo: Yo NO estoy en tránsito. Yo soy una mujer, femenina, INAMOVIBLE. Hubo un silencio incómodo. Y ¿ahora?, estoy segura que se preguntaron muchas. De repente, las mujeres heterosexuales que LIBREMENTE se decían en tránsito (en una evidente confusión entre lo que es la identidad de género y la orientación sexual) se quedaron calladas ante una mujer que había invertido rechazo familiar, violencia en las calles, larguísimas horas en sala de médicos, cirugías pláticas y mucho dinero para "ser mujer" y que no estaba dispuesta a que ahora se le dijera que ella "transitaba" en la "liquidez" , en las "fronteras". Lo que quiero decir con esto, es que desde el poder de las palabras se pueden ejecutar muchas y variadas violencias y, a veces, queriendo reivindicar la paz de algunas caemos en otras violencias que, por lo menos, nos hacen el trabajo 100 veces más difícil a quienes le dedicamos la vida a intentar erradicar, de una vez y por todas, la violencia contra las mujeres.

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