Ya estamos en la hermosa Bogotá, Colombia para participar de dos encuentros feministas importantísimos para nuestra región.
El primero, el Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acción y Prácticas Feministas tuvo ayer su segundo día de trabajo, al que nos unimos las compañeras del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM). Cada una de nosotros eligió libremente a que grupo unirse. Yo elegí, ¿cómo no?, el de "ciberactivismo feminista".
Primero fuimos tres, luego cuatro, luego cinco y, al final, fuimos unas diez personas de Colombia, México y Puerto Rico, todas interesadas en el mundo virtual y sus posibilidades. Intercambiamos información valiosa sobre nuestros trabajos. Yo, por supuesto, les presenté este blog. Sin embargo, con la llega de las lobas furiosas de Colombia, la naturaleza de la discusión se fue por otros rumbos. De repente, ser una "ciberactivista" no era suficiente, ni amplio. Ser ciberfeminista sonaba mejor. Pero a mí no me cuadraba que ser ciberactivista feminista fuera lo mismo que ciberfeminista y tenía razón.
Una ciberfeminista asume que la red permite autorepresentarnos en distintas identidades, lo que supone una afrenta al sistema patriarcal, diríamos algunas, o al sistema sexo/género binario, dirían otras. Mientras la ciberactivista feminista suele aferrarse¿o a la categoría "mujer" como una apuesta política a la adhesión identataria para llevar a la acción, la ciberfeminista crea su acción precisamente desligándose de categorías.
Así las cosas, lo que comenzó siendo un taller de ciberactivimos se convirtió en uno de ciberfeminismo dónde unas a otras nos confrontamos con nuestros respectivos posicionamientos sobre el género, la acción política y el ciberespacio.
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