miércoles, 13 de junio de 2012

Sobre la inspiración imperecedera: mis encuentros con Juan Santiago Nieves




Hay momentos en los que la vida te regala momentos simples llenos de complicidad que se viven con toda la intensidad del mundo. Hay momentos en la vida que te marcan por siempre. Uno de ellos lo viví con Juan Santiago Nieves. Hoy que lloro su temprana partida quiero compartir mi primer encuentro con Juan como un testimonio más del gran ser humano que él era y de su gran capacidad de conmover a las personas.


Yo tenía 17 años.  No hacía mucho había comenzado mis estudios universitarios en el Recinto de Río Piedras y me creía grande. En algún negocio de comida en Río Piedras me encontré con quien reconocí como un abogado, cuya foto aparecía continuamente en los periodicos de esos días. Debatí internamente como por cinco minutos si debía decirle algo y, al final, me aventuré con un "disculpe... ¿usted es el abogado de Mari Bras?". Su respuesta, primero, fue una sonrisa, que me hizo respirar tranquila. "Sí, yo soy el abogado de Juan Mari Bras". Pensé que ahí se iba a quedar la cosa pero no. Lo que vino después fue una intensa conversación en la cual ambos hablamos de Puerto Rico, de la patria, de la Universidad, de lo que significaba para mí ser estudiante universitaria. Juan me preguntó sobre mis planes universitarios: le dije que estudiaba Ciencias Políticas y que luego estudiaría Leyes. Me auguró un gran futuro, precisamente por el interés que sentí por el caso del patriota Mari Bras.  Recuerdo perfectamente que ese día mi corazón brincaba de alegría. No podía creer que me hubiera dedicado tanto tiempo. Y la conversación se quedó conmigo, tanto que me convertí en fanática de Juan persiguiendo todas sus apariciones radiales y televisivas. De esas, recuerdo con gran cariño sus intervenciones cotidianas en el programa de Wanda Colón para la emisora Red 96. Una noche Juan habló del amor desde una óptica política y sus palabras me regalaron mucha pero que mucha paz.

No miento cuando digo que esa conversación fue uno de los grandes momentos de mi vida universitaria. Yo siempre tuve grandes expectativas de lo que podría ser estudiante en Río Piedras, y todas se cumplieron. Y, en gran medida, se cumplieron porque desde el primer momento asumí la experiencia universitaria como una oportunidad única de transformar mi espíritu a favor de diversas causas sociales.  Juan Santiago Nieves, sin duda, fue una de las inspiraciones que encendieron mi chispa activista., pues su lucha por la independencia siempre tuvo la justicia social como contenido.

En ese primer encuentro, Juan pronosticó que nos encontrariamos en el camino. Tenía razón.

Más de diez años después de esa primera conversación, me integré al equipo de abogados y abogadas de la comunidad Villas del Sol. Y mi corazón volvió a dar brincos de alegría cuando un día llegué al Tribunal y me enteré de que Juan sería mi compañero en defensa de la comunidad.  Le conocí mejor cuando el equipo de Villas del Sol pasó largas horas en las oficinas de Nazario & Santiago .... y Juan nos sorprendió con su conocimiento de los signos zodiacales (!!!!). (¿Existía algo de lo que Juan no supiera MUCHO?). No por nada ayer las abogadas y abogados más jóvenes del equipo de Villas del Sol no queríamos apartarnos de Juan.

La última vez que compartí con Juan fue el 6 de enero de este año cuando coincidimos en la develación del mural para la excarcelación de Oscar López en las inmediaciones de sus oficinas. Sinceramente, no puedo pensar en una mejor manera para haberlo visto por úiltima vez.

Todos mis encuentros con Juan son tesoros que guardo en mi cajón de argumentos para defender la posibilidad de un mundo más humano. En estos días de duelo,
a ratos, me entra una especie de desesperación al pensar que ya no contaremos con la voz de Juan en estos meses díficiles que se avecinan. De hecho,  me he preguntado muchas veces qué pasaría si con las personas se muriera la inspiración que originaron en nuestros corazones. Pero cuando escucho las voces de tantas mujeres y hombres tocados, conmovidos y revolucionados por la figura de Juan,  alcanzo cierta tranquilidad (aunque la tristeza sigue muy presente). 

Juan no ha muerto. Vive en los frutos que germinaron de sus semillas. Vive en el ejemplo que legó a abogadas y abogados de una generación sin fe para que, a pesar de las dificultades, sigamos firmes en defensa de las personas más desventajadas. Vive y vivirá.

En medio del dolor de la partida... revivo la alegría de mi corazón cuando conocí a Juan aquella tarde en Río Piedras. Aún entre lágrimas, no puedo evitar sonreir.


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