Aquí otra de mis entregas en los diálogos virtuales de CLADEM.
Verónica Rivera Torres
En “Por una ilustración multicultural” de Celia Amorós, la autora presenta su defensa de lo que ella llama la ilustración multicultural, como una propuesta, si se quiere, de entendimiento entre las distintas culturas dentro de los postulados de la ilustración. Mediante acertadísimas referencias de filósofos árabes, nos refiere a las distintas modernidades y defiende sus posibilidades a pesar de las críticas desde las teorías multiculturalistas y postestructuralistas.
La autora centra su crítica principal a las tesis multiculturalistas en que las mismas “igualan por abajo” es decir, no problematizan las distintas opresiones que se pueden dar en distintas sociedades. En ese contexto, la propuesta feminista de la autora se configura dentro del contexto de la ilustración, en lo que la autora llama “vetas de ilustración” definido este concepto como: procesos crítico-reflexivos con virtualidades universalizadoras. De esta manera, Amorós toma distancia de lo se le ha criticado al supuesto universalizador de los valores de la ilustración, en cuanto éstos respondían, en gran medida, a categorías privilegiadas (hombre, blanco, propietario). Según Amorós, todas las culturas son susceptibles de llevar a cabo procesos críticos-reflexivos que las lleven a un cuestionamiento constante de las diversas subordinaciones que pueden darse.
Como feminista, reconozco que es vital aducir a valores universales que nos protejan a todas, independientemente, de dónde vivamos. Ya lo dijo Marcela Lagarde “debemos actuar con urgencia para defender la universalidad de nuestros derechos, para que independientemente de qué en lugar del planeta nos encontremos, sigamos siendo seres humanos.” [1] También reconozco la tensión cuando tuve mis primeros acercamientos a las corrientes multiculturalistas, especialmente, las del canadiense Kymlycka. ¿Cómo respetar las diferencias dentro de un contexto patriarcal, violento y abusivo contra distintas poblaciones oprimidas?
Sin embargo, esa universalidad debe ser lo suficientemente amplia para no caer en la trampa de los binomios cerrados, que nos definen según lo que no somos. Nuestras diversidades deben ser respetadas. Por eso me preocupa la posibilidad de que las ‘vetas de ilustración’ en determinada cultura, al final, deje afuera a las mujeres que dentro de esa cultura no tengan ni se planteen el acceso a los procesos críticos-reflexivos , por lo que resultan excluidas e invisibles.
En ese aspecto aprecio la propuesta de Amorós en cuanto abre un espacio de entendimiento entre los valores de la ilustración y el multiculturalismo: toda cultura es susceptible de gestionar, incentivar, lograr sus propios procesos de crítica y reflexión, las vetas de ilustración. Sin embargo, me pregunto…
¿Cabe hablar de vetas de ilustración en un contexto colonial?
Muy recientemente, Naomi Wolf, activista, autora y feminista estadounidense, analizaba los resultados sobre los mejores países para las mujeres publicados en la revista Newsweek. Entre los países de la lista se encontraban los “habituales”: Islandia y los países escandinavos, Países Bajos, Suiza y Canadá. Entre los países peores para las mujeres se encontraban Chad, el Congo, Níger, Mali. Desde esos datos, la autora reconoce que los países de la segunda lista confrontan serias dificultades socioeconómicas por causa del colonialismo, lo que ha conducido a hambre, analfabetismo, falta de propiedades o de recursos jurídicos y vulnerabilidad ante la violencia estatal. Sin embargo, declara que aún en países más golpeados, un tipo de colonialismo contra las mujeres en los propios domicilios privados y en las instituciones públicas jamás puede ser justificado.[2]
Por su parte, Amorós trata el tema del postcolonialismo y retrata una tensión que yo, como feminista que nació y vive en una colonia de los Estados Unidos, la tengo muy clara. ¿Cómo puede una cultura colonizada acogerse al proyecto ilustrado que se le impone a través de la violencia? Por décadas, el feminismo fue visto y tratado por los grupos independentistas puertorriqueños como una de las tantas influencias negativas de la presencia de los Estados Unidos. Hoy por hoy, todavía las mujeres feministas puertorriqueñas nos conducimos, creativa y firmemente, como un movimiento de resistencia (contra diversas opresiones, no sólo las relativas al género) que está dispuesto, de ser necesario, a defender -como propias- reivindicaciones importantísimas que llegaron a nosotras a través de la relación colonial, como lo es el derecho fundamental al aborto. Sin embargo, las preguntas subsisten:
¿Cómo propiciar esa mutua interpelación (lo que, para Amorós, es imprescindible para su proyecto) entre dos culturas cuando una domina a la otra? ¿Acaso no es imperativo contar con un cierto “atrincheramiento” cultural para la resistencia? ¿Cuáles son las alternativas que ofrece la ilustración multicultural a una colonia? ¿Cómo podemos resistir y negociar cuando todos los días luchamos contra el olvido?
Tal vez la respuesta está en agarrarnos del clavo ardiendo, del que habla Amorós al final de su escrito, y apostar a igualarnos “desde arriba”, promoviendo su crítica y autocrítica y potenciando el debate y la reflexividad que “civiliza” el “conflicto de civilizaciones”. Y con resistencia política, añado yo.
[1] (Conferencia “El cuerpo y la ciudadanía de las mujeres”, Marcela Lagarde, Nicaragua-2011:
http://www.mujeresenpr.com/2011/09/lecciones-de-marcela-lagarde.html).
[2] Wolf,Naomi.”Género Dividido” http://www.publico.es/400367/genero-dividido
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