miércoles, 4 de septiembre de 2013

Breve reflexión sobre el llamado "caso del niño de Rincón"

Cuando una camina la ruta de los derechos humanos es como si tuviera, a la mano, una guía que te ayuda a contestar ciertas preguntas cuando las cosas se ponen difíciles. Eso da cierta tranquilidad de espíritu.

Tomo, como ejemplo, el caso de la mujer inmigrante que fue arrestada por maltrato contra su hijo, que fue bestialmente agredido y abandonado a su suerte. El niñito todavía lucha por su vida en el hospital.

No sólo la mujer fue denunciada sino también su pareja, a quien ella apunta como un agresor de violencia doméstica.

Sucede que cuando nos enteramos sobre las condiciones en las que el niño fue encontrado, todo se nos revolcó. Ese es Puerto Rico. La Isla Estrella, nos quieren convencer. Un lugar dónde a los niños los tiramos literalmente en zafacones.  Cuando nos enteramos de quiénes se suponía que cuidaran del niño nos enteramos que su madre es una mujer mexicana cuya pareja, un puertorriqueño,  no era el padre del menor. La mesa estaba servida. Esa realidad sirvió, como tantas otras veces, como carta de autorización para validar cuánto prejuicio tenemos en contra de: las personas inmigrantes y/o sin documentos, las madres solteras, las mujeres que viven con parejas que no son padres de sus hijos.  De repente, nos inventamos a la mujer, como una de esas que cambia de pareja a cada rato y que pone a los tipos por encima de sus hijos. Es decir, la peor de las mujeres. Otra Ana Cacho de la vida. ¿A cuenta de qué nos la inventamos así? A cuenta de nuestros prejuicios.

Cuando se dan olas de indignación y rabia como esta, los y las defensoras de derechos humanos siempre la tenemos difícil. Siempre. De repente, personas aliadas se tornan frías e intolerantes. "No me la vengas a defender que ella merece que le echen un caldero de agua hirviendo por encima" "Tú siempre defendiendo a las mujeres, aunque sean unas sucias". También existen las personas más educadas que, tranquilamente, nos sueltan un "Yo apoyo la causa de las mujeres, tú lo sabes, pero tampoco se puede ser ciego". 

Sin embargo, la ruta de los derechos humanos, si algo, nos quita la venda de los ojos, y lo que vemos no es bonito: inequidad, dobles varas, desigualdad social y económica.... Si de verdad queremos evitar que existan casos como este, ¿no deberíamos explorar toda circunstancia, elemento o factor que pudo llevar al deprimente resultado de un niño moribundo abandonado a su suerte? ¿Queremos o no cambiar las cosas para bien? 

Yo desconozco si la madre de eso niño fue víctima de violencia doméstica, o no. Pero lo que sí sé, porque está documentado, porque conozco a sobrevivientes que así lo testimonian, porque es algo que se ha estudiado y probado, que uno de las tácticas de terror que un agresor puede utilizar contra su pareja es amenazar con agredir y, de hecho,  agredir  a sus hijos e hijas. ¿Acaso ya nos olvidamos de la mujer que recibió un mensaje de texto de su ex pareja avisándole el asesinato de su hijita? Entonces, si sabemos eso, no acallemos a las personas que buscan respuestas y piensan la tragedia desde una perspectiva integral y amplia de los derechos humanos.  Buscar respuestas no es sinónimo de justificar lo injustificable.  Si la mujer en cuestión es responsable de algún crimen, ya le tocará al sistema de justicia dilucidarlo. Pero no perdamos esta oportunidad, que se da en medio de nefastas circunstancias, para crecer como sociedad.  










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