martes, 26 de noviembre de 2013

Respuesta a "¿Dónde están los textos de Rocky? de Julio Rivera Saniel

El reconocido periodista Julio Rivera Saniel me ha enviado su columna más reciente para Metro. Y ha pedido mi opinión. Julio me ha entrevistado en múltiples ocasiones y sus espacios noticiosos siempre han estado abiertos para que las organizaciones de derechos humanos y feministas  (yo dirijo dos de ellas: Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados y CLADEM de Puerto Rico) tengamos acceso a los medios para exponer nuestras visiones y hacer nuestras exigencias. Me consta, de primera mano, el compromiso de Julio con las mujeres maltratadas, pues fuera del aire y sin mucha fanfarria, me ha referido casos y siempre ha mostrado preocupación.  Así que leí su columna con el corazón abierto y no con un puñal en la mano. 

Sin dudas, la columna en cuestión podría considerarse problemática, desde el punto de vista de las defensoras de la Ley 54.  A partir del caso de Roque José Gallart, mejor conocido como Rocky The Kid, Rivera Saniel reflexiona sobre lo que él entiende constituyen malos usos que algunas mujeres hacen de la ley 54. Nos pregunta: 
¿realmente basta una llamada y un alegato para detener a una persona por un día y luego soltarla porque lo alegado nunca ocurrió? Si la respuesta a esto es sí, entonces, mis amigos, tenemos un problema. ¿Qué pasa con la necesidad de que se denuncie solo lo cierto? ¿No hay consecuencias para quien mienta y active las fuerzas del Estado detrás de una premisa falsa? 

En términos generales, me preocupa que Julio utilice como pie forzao el caso Gallart.  Como él bien reconoce, no tenemos los criterios para exculparlo. En realidad, no sabemos qué pasó. Ni que motivó la querella, ni cómo la mujer se sentía. Lo que sí sabemos es que, en este caso, el sistema aparentemente funcionó, porque después de la entrevista a las partes y la correspondiente investigación no se radicaron cargos. Si la Policía no hubiera actuado como actuó, o si hubiera ignorado la querella y se hubiera quedado de brazos caídos, hubiera abdicado en su obligación legal de actuar con premura y seriedad cada vez que una persona se querella por violencia doméstica. De hecho, entiendo que el proceso rindió frutos: se llegó a un acuerdo sobre cómo se deben dar las relaciones paterno filiales sin que Gallart tenga contacto con la madre de su hijo. En entrevista televisiva, la mujer aparentaba estar tranquila con ese resultado, a pesar de reiterar que se siente maltratada por él. 

Ahora bien, ¿que opino de los llamados abusos de los remedios disponibles en la Ley 54?

Yo trato el tema desde la perspectiva de que el llamado abuso de la Ley 54 es una excepción, no la norma. Es muchísimo más común que mujeres que sí son maltratadas no soliciten los remedios de la Ley 54. Acepto que, como en todo sistema, existen fisuras por las que se cuela la mala utilización de la Ley. Sobre esto último debo señalar que en varias ocasiones he tenido que decirles a algunas mujeres que en su situación de vida no tienen base para solicitar los remedios de la Ley 54. Esto suele suceder, por ejemplo, en procesos de divorcios complejos y hostiles. Es posible que la mujer, en efecto, se sienta maltratada y vulnerada por su ex pareja porque ésta no cumple con sus responsabilidades, porque se tarda en firmar el divorcio, o porque incumple con las capitulaciones post-divorcio. Pero no existe maltrato físico, ni insultos ni amenazas a la integridad de la mujer, sus hijos/as o su propiedad. La mujer, en medio de la desesperación, tal vez piense que como la persona es su ex pareja la Ley 54 aplica para , entre otras cosas, proteger su hogar. No sabe la mujer que para que la ley 54 opere debe existir un patrón de violencia doméstica y que para proteger su hogar, por ejemplo, lo que necesita es una orden del Tribunal que reconozca el hogar seguro (si tiene hijos) o su derecho propietario, si existe una comunidad de bienes. Todos sabemos que las relaciones de pareja son complejas. No siempre terminarán en paz. Ahora, el hecho de que la mujer esté confundida o desconozca sus derechos no quiere decir que, a propósito, activó la Ley 54 para meter preso a su ex pareja. Es muy posible que ella sí se sienta vulnerada y maltratada, aunque- ante los ojos de los propósitos de la Ley 54- no se activen sus remedios. 

Arriba decía que me preocupara que se utilizara el caso de Gallart para hablar sobre este tema. Me preocupa porque de lo que el propio Gallart reconoce es cierto que él utilizó la amenaza - sacar a su hijo y a su ex pareja- del hogar que, por alguna razón que desconozco, él entiende no tiene obligación alguna de garantizar. El tiene justificaciones para repartir sobre por qué hizo lo que hizo, pero amenazar con tirar a una persona a la calle "si no brega bien" no es cualquier cosa y, en determinadas circunstancias, un mensaje como ese sí podría considerarse como un acto de maltrato psicológico. Así:  hizo bien la mujer en querellarse si se sentía amenazada e hizo bien la Policía de Puerto Rico en investigar con premura la situación.  Por cierto, aprovecho para aclarar a quien no lo sepa que nuestro Tribunal Supremo ha reconocido el derecho a hogar seguro a todo menor de edad cuyos padres se hayan separado. Ese hogar seguro podría constituirse con una propiedad privativa del padre o la madre no custodia. Así, Gallart no es el único ni será el único que cede o paga una casa de su propiedad para que hijo tenga un lugar dónde vivir. 

La ley 54 es una herramienta importante para asegurarnos de que las personas maltratadas por sus parejas tengan remedios legales que les protejan. El maltrato tiene muchas caras, a veces sólo reconocibles por la propia víctima. Para evitar los llamados malos usos de la Ley lo que hay que hacer es unirse a los reclamos de las personas que, como yo, nos consideramos defensoras de derechos humanos y de las mujeres. Hay que reclamar del Estado más recursos para que la Policía y fiscalía puedan investigar con seriedad y rapidez las querellas por violencia doméstica. Si eso se hiciera con eficacia en cada uno las querellas, menos mujeres quedarían desprotegidas y, a la vez, cualquier querella  y/o solicitud de orden de protección que no proceda podría quedar en nada en menos de 24 horas como sucedió en el caso de Gallart. 

Y sí, para que la Ley 54 funcione y cumpla con sus propósitos es imperativo que el Estado active un proceso, en cuanto la persona que se siente maltratada, levanta el teléfono o acude al Cuartel para hacer la querella.  Cuando eso no sucede, como- de hecho- no sucede demasiadas veces, la vida de quien hace la querella podría estar en juego. Y si la víctima resultara asesinada, como de hecho pasa demasiadas veces, estaríamos lamentándonos (como Julio ha lamentado y denunciado tantas veces) que los agentes del Estado se hayan quedado cruzados de brazos. 

En lo que va del año más de 18 mujeres han sido asesinadas por sus parejas. Ayer, en una vigilia, las recordábamos a todas. Todavía las defensoras sufrimos el asesinato de Ivonne Negrón Cintrón, la hermana de una de nuestras compañeras. Vivimos en tierra que puede ser sumamente hostil y violenta para las mujeres, por lo que la Ley 54 es una herramienta importante, cuya eficacia depende de quienes la tienen que ejecutar. En vez de enfocar nuestros ojos en las querellantes, es mejor enfocarnos en las obligaciones del Estado de erradicar la violencia contra las mujeres. 


lunes, 25 de noviembre de 2013

El doble asesinato de Ivonne


 “Ella seguía usando las cosas pero no quiso cumplir con su parte, así tú lo ves.”“Ella usaba la droga, usaba el dinero y después no te correspondía.”
Palabras del periodista Luis Guardiola en su entrevista al asesino confeso de Ivonne Negrón Cintrón

A una semana del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, cientos de personas nos movilizamos, tanto en la calle como en las redes sociales, para hallar a Ivonne Negrón Cintrón.  La situación me recordó que hace un año estábamos en las mismas por el joven José Enrique Gómez Saladín.  Al igual que en el caso de José Enrique, la búsqueda me tocaba cerca.  José era un ser querido de una amiga e Ivonne era la hermana de una amiga y compañera del movimiento de mujeres.

Temprano en la mañana del lunes llegó la triste y horrible noticia, comunicada por la propia hermana de Ivonne.  Los detalles, macabros y dolorosos, llegaron después. Ivonne, de desaparecida pasó a ser la víctima más reciente de la ola machista que arropa a Puerto Rico. La frustración no fue poca. He crecido dentro del activismo feminista muy cerca de la mano de Leila, hermana de la víctima; guerrera incansable por la justicia, musa desnuda, activista multada por pintar un mural, ahora coordinadora de vivienda transitoria en Proyecto Matria y una de las compañeras que más admiro en el mundo.

Pudiera utlizar este espacio, como hice cuando el asesinato de José Enrique, para buscar consuelo en usted que me lee; para invitarle a la reflexión; o para invitarle a que no deje de caminar la ruta de los derechos humanos.Sin embargo, esta vez quiero hablar sobre la necesidad de agarrar el toro por los cuernos en cuanto a la cobertura mediática que nuestros principales medios de prensa realizan sobre el fenómeno criminal y, específicamente, los crímenes de odio y género. Ya en otra ocasión lamenté que se refirieran a mi vecino, también asesinado, como un mero sujeto, pues esos clichés periodísticos no se justifican cuando sabemos el nombre y el apellido de la víctima.

Ha llegado la hora de que nos unamos para exigirle a los medios que inviertan recursos y esfuerzos para adiestrar a todos sus empleados y empleadas, en especial a los que van al aire,  sobre la manera correcta de trabajar la violencia en el país. Es injustificable  que por obtener una primicia se explote lo peor de una persona, sus prejuicios y odios, como hizo desafortunadamente Luis Guardiola en su entrevista del asesino confeso de Ivonne. Tampoco se justifica darle trato de “estrella de la hora” a un hombre que evidentemente se sintió y se siente validado para cometer un asesinato porque una mujer no se quiso acostar con él, cual si fuera su propiedad; cual si fuera una cosa sobre la cual podía ejercer el poder desnudo de la violencia. Mucho menos se justifica que el periodista le ponga palabras en su boca; le termine las frases; le regale el “pie forzao” para botar su odio. Más que un periodista, parecía un abogado interrogando a su propio cliente. El valor “noticioso” de dicho intercambio es cuestionable. Después de que se silencia para siempre a un ser humano, lo fácil es hablar por él; arrastrar su reputación; lastimar a sus seres amados, sólo para que la sociedad vea a sus muertos en su peor luz. No veo otro valor noticioso en tal situación que no sea que nos resta mucho trabajo por realizar para sembrar semillas se sensibilidad y solidaridad. De hecho, me consta que cada cierto tiempo colectivos que trabajan desde la perspectiva de género realizan talleres para periodistas. Pero los recursos son limitados. Así como los patronos en Puerto Rico están obligados a asumir una política en contra del discrimen, es imperativo que la asuman la perspectiva de género en sus trabajos. El llamado cuarto poder también tiene responsabilidades con el país, que van más allá de proveer información.

Nadie niega que la vida es compleja. Nadie niega que todas y todos podemos estar, en determinados momentos, en situaciones de vulnerabilidad. Precisamente por eso, los colectivos de derechos humanos reiteramos una y otra vez que no existen víctimas culpables y tampoco víctimas inocentes. Nadie tiene derecho a arrebatarle la vida a otra. El odiante siempre encontrará razones para su odio.[1] Pero queda en nosotros y nosotras, las personas que respetamos los derechos humanos,  contribuir a contener ese odio. No existe excusa válida para prestarle un micrófono a un asesino confeso para que “asesine” a su víctima nuevamente.  

En otros países, existen medios que tienen códigos autorregulatorios; existe también un manual de géneros para periodistas con recomendaciones básicas para el ejercicio del periodismo con enfoque de género, que Proyecto Matria circuló entre los medios la semana pasada.  Me pregunto: ¿quiénes lo habrán leído?

Reconozco que existen medios y, sobre todo, periodistas sensibles, que se preocupan por educarse sobre el tema. Destaco  la cobertura que de la tragedia realizaron Waldo Covas y Manuel Ernesto Rivera para Noticel,  Zugey Lamela de Univisión, y Arys Rodríguez Andino de Primera Hora. En todos esos casos se preocuparon por informar de manera respetuosa y desde los ojos de quien ya no podía defenderse. Sin embargo, hace falta mucho más, pues esto es un asunto medular de nuestra vida como sociedad que no puede depender de que el jefe de noticia le asigne la historia al periodista que sabría como trabajarla mejor.  Esto debe ser un compromiso institucional, que no se limite a un editorial cada cierto tiempo.

Hoy 25 de noviembre, Día Internacional de No más Violencia Contra las Mujeres, en Puerto Rico las mujeres iremos al Tribunal Supremo para denunciar su machismo y entregarle el Permio Garrote  por negarle el derecho a la adopción a una madre lesbiana; más tarde estaremos en un piquete en la Fortaleza para denunciar la violencia machista. Y en la noche nos uniremos en una vigilia por Ivonne Negrón Cintrón y todas las víctimas de violencia machista en la Plaza de Armas del Viejo San Juan.  Queda en agenda trabajar un plan de acción que garantice una cobertura mediática justa y respetuosa de todas las víctimas de violencia machista en Puerto Rico. Como bien dijo la compañera Shariana Ferrer del Movimiento Amplio de Mujeres en entrevista con Suheil Lamela, la tan mencionada perspectiva de género no es sólo deber del Estado, que espera ser implantada en las escuelas. Otras instituciones vitales para nuestra vida en democracia como la Prensa tienen el deber social de educarse y no contribuir al machismo imperante que todos los años nos arrebata la vida de decenas de mujeres.  Se lo debemos a Ivonne; se lo debemos a todas. Ya es hora. Es tiempo.


[1] Léase “Las razones de Amador” de Anayra Santori.