El pasado miércoles 23 de junio recibí el gran honor de mi vida: la Medalla Juan Santiago Nieves. Luego de agradecer al Presidente del Colegio de Abogados y Abogadas, Lcdo. Mark Bimbela, a la Comisión Especial que otorgó la medalla, compuesta por los licenciados José Juan Nazario, Rafael Rodríguez, Luis José Torres Asencio y Fermín Arraiza, y a la licenciada y amiga Laura Beatriz Arroyo quien me nominó, este fue el mensaje que, emocionada, di en la ceremonia de entrega.
Buenas noches.
Me
enorgullece y emociona recibir la Medalla Juan Santiago Nieves por múltiples
razones. En primer lugar, por recibirla aquí, en nuestro Colegio, institución
tan cuidada y defendida por él. Me enorgullece porque apenas teníamos tres años en
la profesión legal cuando la colegiación dejó de ser compulsoria y, al tiempo,
tuvimos que organizar la rabia, enviar cartas al tribunal federal, y
literalmente salir a la calle a buscar dinero para que este espacio no se
convirtiera en un “parking” como auguraban sus detractores. Me emociona también por recibirla junto a mis
admirados Carlo Rivera Turner y Anette Martinez. A Carlo le conocí como parte del equipo de
defensa de la Comunidad Villas del Sol y a Annette en sus funciones como directora de
la Clínica Internacional de Derechos Humanos de la Universidad Interamericana.
Diez
años se dicen rápido, pero han sido tremendos. Admito, como he admitido en otras ocasiones,
que me honra ser parte de una generación que lleva más tiempo como colegiada
voluntaria que como colegiada compulsoria. Eso significa, sin lugar a dudas, de
que si estamos aquí es porque vemos y vivimos esta institución como una
herramienta indispensable para adelantar, desde la abogacٕía, las causas más
justas como lo hacía Juan Santiago.
Si algo aprendí de él fue que, dentro de la profesión, se podía hacer y
ser muchas cosas. Litigante fervoroso y apasionado; estudioso del derecho y la
historia; activista de derechos humanos y un ser humano desprendido y
bondadoso, con un gran sentido del humor y un compromiso interior firme con la
justicia social, de esa que se trabaja de adentro hacia fuera, de abajo hacia
arriba. Juan Santiago, abogado de Juan
Mari Brás, defensor de los niños y niñas con diversidad funcional, fervoroso
activista por la libertad de Oscar López Rivera se nos presentaba, como otras y
otros grandes de nuestra profesión, como una figura a emular para ser mejores
como personas, mejores habitantes de este país y, por ende, mejores profesionales
del Derecho.
Desde
que recibí la llamada de Luis José informándome de la entrega de esta medalla,
he repasado mentalmente los encuentros que tuve con Juan y las historias que
las personas que le conocieron compartieron sobre él al momento de su partida y
he llegado a la conclusión de que además de su gran intelecto, su compromiso y
verticalidad, Juan se destacó por ser tremendo compañero.
Dice la Real Academia de la Lengua Española que compañerismo es:
1. m. Vínculo que existe entre compañeros (y compañeras).
Juan
sabía acompañar a las personas, en distintos espacios y a distintos niveles,
desde lo más común y cotidiano hasta lo más profundo y especial. De hecho, mi
compañero Benjamín Muñiz aprovecha la más mínima oportunidad para hablar de
como él y Juan se acompañaban en el trayecto Bayamón-Universidad de la guagua de
la AMA de Bayamón y, mientras, hablaban de política, historia, derecho y
tratando de descifrar la historia constitucional de Puerto Rico. He repasado también mis pocos encuentros con Juan, desde la primera vez que contestó todas mis preguntas cuando yo le pregunté si él era el abogado de Mari Bras y cuando lo escuchaba en las noches en el programa de Haydeé Colón. Fue un buen compañero cuando abrió las puertas
de las oficinas que compartía con José Juan Nazario para que abogadas y
abogados jóvenes pudiéramos defender a la comunidad Villas del Sol de un
desahucio injusto. Fue buen compañero
cuando fue el gestor de múltiples actividades a favor de la excarcelación de
Oscar López Rivera que todavía al día de hoy se siguen gestionando. Con ese ejemplo me quedo.
Acepto
esta medalla como una invitación a ser mejor persona, a ser mejor compañera de vida y de lucha. Las
defensoras y los defensores de derechos humanos siempre vivimos momentos
difíciles. Como la nuestra es una agenda amplia, siempre a alguien incomodamos
con nuestras demandas. Cada cierto tiempo, ser rebelde e inconforme, como nos invitaba a ser la Prof. Erika Fontanez Torres cuando recibió la Medalla Nilita Vientós Gastón, nos pasa factura.
Recibimos
burlas, amenazas, cuestionamientos de nuestras motivaciones. A veces se nos
deja solas, se nos condena al ostracismo solamente por cuestionar. Vivimos
tiempos difíciles. Y precisamente por eso es cuando más que nunca debemos ser
buenos y buenas compañeros. Escucharnos, discutir, debatir, enojarnos pero
siempre desde el respeto y el entendimiento de que no somos perfectas ni perfectos.
Debemos cuidar la sonoridad de la solidaridad. Que nuestra palabra solo hiera al que viola los derechos de
las personas más pobres, más discriminadas y las más violentadas. Que seamos
valientes para empujar la agenda de los derechos humanos hacia al frente, sin
olvidar quien queda atrás; y que sepamos reconocer y apreciar la mano amiga de
quien lucha por lo mismo que nosotros y nosotras: un Puerto Rico mejor.
Juan
Santiago fue buen compañero y, aún hoy,
su ejemplo me acompaña todos los días. Y cuando entro a mi pueblo de
Caguas busco siempre el arbolito en el Jardín de los Siemprevivos que fue
sembrado en su honor. Lo busco para saludarle, brindarle mis respetos pero
también para nuevamente darme cuenta de que no estoy sola. Que me acompañan
ustedes los y las integrantes de esta ilustre institución; me acompañan las
mujeres del movimiento feminista y demás defensores y defensoras de derechos
humanos tanto de Puerto Rico como de Nuestra América; me acompañan mis amigas
quienes me rescatan de los días más tristes; mi familia, la de Caguas y la de
Aguadilla, que me apoya sin medidas, y las miles de personas que estamos
convencidas de que el mundo puede y debe ser mejor.
Agradezco
la ternura y fuerza de esa compañía y me comprometo hoy, ante ustedes y en
honor al siemprevivo Juan Santiago Nieves, a acompañarles yo también.
Gracias, muchas gracias!