martes, 29 de noviembre de 2011

Otras caras del "miedo" y las "representaciones"

Aprecié muchísimo el escrito "Las mujeres y las ansías de democracia" escrito por Mara Negrón y publicado en 80 grados. Lo aprecié tanto que lo circulé entre mis personas conocidas. Una de ellas, la más cercana y amada, colocó en mi muro de Facebook las siguientes palabras, que luego copió en 80 grados como comentario al escrito de Mara:

Respeto sí, miedo no. En general, las mujeres han sido mis mejores aliadas. Con ellas he vivido mis relaciones más completas, ricas y complejas. Creo que esta vida no será suficiente para construir todos los puentes, para explorar todas las posibilidades de alianzas que nos permitan vivir y convivir con equidad, justicia, paz, respeto. Miedo no. No sólo es justo que los hombres nos involucremos en la defensa de los derechos de las mujeres. Es necesario y es conveniente. Una comunidad más respetuosa de las mujeres deberá serlo de todos los seres humanos. Esa es la meta. El respeto a una diferencia genital debe trascender al respeto de las diferencias, que nos hacen tan interesantes como especie. Como conozco las fortalezas del que alguna vez se llamó "sexo débil", prefiero que sean mis aliadas.


De repente, con sorpresa, encontré una reacción violenta del Prof. Bernat Tort a dicho comentario. Cuando la leí, varias veces, me preguntaba cómo vamos a escribir una historia de reivindicación colectiva si utilizamos nuestras posiciones livianamente como "balas" (la cita a Silvio Rodríguez como pretendida justificación lo que hizo fue evidenciar lo ofensivo del tono utilizado) como si fuera aceptable que ante una supuesta afrenta del OTRO (nunca antes mejor dicho) es válido ser violento, ofensivo. Digo, si esa es la posición, que la violencia se puede disipar con más violencia (aunque sea discursiva) pues que se diga. Pero la vida que está decayendo en el mundo entero es la vida de las mujeres. No es verdad que a todOs se nos va la vida en esta cuestión. Se nos va la vida a las mujeres y, entre nosotras, más a algunas que a otras. Y de eso, pensaba yo, trataba el texto de Mara en Las mujeres y las ansías de democracia.

No contesté el comentario de Tort en aquella ocasión aunque tenía muchas palabras y pensamientos para compartirle porque no quería que se dijera que escribía "en defensa de...". Decidí quedarme, pues, callada. Pero, luego, estando yo en Bogotá en medio del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, leo que un fragmento de los comentarios de Tort no fue sólo elevado al texto de un nuevo artículo de Mara, "Las mujeres en la era de la representación", sino que ella, de alguna manera, se adscribe a lo violentamente expresado por él en su momento. Y lo hace, curiosamente hablando de la carga ideológica de las palabras. Yo añadiría que las palabras dependen de su contexto, y que pretender desconstruirlas fuera de ese contexto, se convierte en un ejercicio jerárquico e intelectual sin contenido, porque a) no interpela a quien escribió el comentario inicial sino que lo enajena b) al final se convierte en un ejercicio de halón de soga entre quien puede citar a más “autoridades”. Así pues, se queda en un vacío. Además, surge la situación de que para decir X una o uno se inventa que el OTRO dijo A,B,C para cuadrar y justificar una posición. De esas maneras, nunca habrá diálogo y, mucho menos, cambio alguno. Mientras todo eso sucede, a las mujeres nos matan en todas partes.

Esta vez me animo a reaccionar no sólo porque “lo personal es político” sino porque me parece que las ideas expresadas como “balas” por Tort ameritan una respuesta desde el activismo feminista o, más bien, desde mi activismo feminista.

"Habitar el mundo desde la premisa de la igualdad" podría percibirse como una pretensión política muy válida pero dicha pretensión no puede ni debe pasar por alto nuestras diferencias. No somos iguales. De hecho, "equality" no es lo mismo que "sameness", de igual manera que "equidad" no es lo mismo que "igualdad". Entre otras cosas, nuestros privilegios de género, raza y clase nos hacen diferentes. Le corresponde, entonces, a quien tiene el privilegio no acomodarse tranquilamente en él. Eso nos decía, en uno de los encuentros feministas, Kaká, una joven brasileña blanca, al asumir la responsabilidad de no aceptar que la adelantaran en la espera por servicios de salud cuando otras personas negras habían llegado antes que ella. Invitaba ella precisamente a alianzas entre mujeres diversas para un fin común: la erradicación del racismo. Y sí, en más de una ocasión, habló de que un mundo libre de racismo era conveniente para todas y todos. Muchas mujeres estuvimos de acuerdo.

Del miedo a las mujeres se ha escrito mucho. Ha sido y es una de las bases de la violencia contra nosotras aquí en Puerto Rico, como en Juárez, como en Libia. Por eso aprecié muchísimo el escrito de Mara, y lo circulé entre amistades. Así como digo eso, valido que hablemos de alianzas, puentes, respeto.... lo valido porque lo vivo todos los días. Porque vivir así es mucho más fácil, porque sin eso, no podremos si quiera soñar con otras realidades. Inventarse (porque no deja de ser un invento) que quien utiliza esas palabras es un macharrán para después condescendientemente pasarle la manita porque lo es sin intención lo único que lo que puede conseguir, entra otras consecuencias, es silenciar a una voz que pretende atajar, a su manera, la violencia hacia las mujeres, y también invisibiliza a todas las mujeres que nos vemos directamente beneficiadas de contar en nuestras vidas con , hombres y mujeres, que nos ven como aliadas, y no como alguna otra cosa. Pero resulta, del fragmento que Mara escogió citar en “Las mujeres en la era de la representación” que Tort “representa” a esas "aliadas" como legitimadoras del supuesto del Mr. Mom. Las mujeres que hemos visto de frente el accionar de un hombre que nos tiene miedo, sabemos y apreciamos las diferencias.

Una alianza es la unión de dos seres para una meta en común. Quien te tiene miedo, pretende anularte, quebrarte, acallarte y, en su dimensión más tenaz, aniquilarte. Quien se posiciona como tu aliado te incentiva a escribir, a viajar, a hablar... se sienta a tu lado y te escucha, celebra tus logros como propios y si hay alguna divergencia, lo discute mirándote a los ojos. Si un hombre reconoce mis fortalezas, que no son pocas, prefiero sin duda alguna que se una conmigo a que me mate; prefiero que vea una alianza como conveniente para ambos, en lugar de que lo vea como una amenaza al poder que nuestras sociedades le han concedido sólo por haber nacido varón. Obviamente, no todas las "obligaciones éticas" son convenientes para quienes resultan privilegiados o privilegiadas en nuestras sociedades, pero muchas sí lo son. La equidad entre los géneros es uno de esos horizontes, que algunas reclamamos, como convenientes para todas y todos, pues propende a una sana convivencia en que ni el hombre ni la mujer se sientan atrapados por su género. Pero Tort, que aparenta rechazar los esencialismos, no tiene problemas en meternos a todas las mujeres que podemos sentirnos convocadas por las alianzas en un mismo bote y mandarnos río abajo.... será porque piensa que ninguna de nosotras tiene un oído o un ojo "entrenado". Pretende él hablar por mí y por otras.

De nuevo, refiero a las experiencias de vida de cada cual. Uno de los intercambios más ricos en Bogotá (y del que espero escribir con mayor profundidad en el futuro cercano) se dio en el taller de Transfeminismos. Mujeres trans, heterosexuales y lesbianas unidas en un mismo espacio que pretendía darle preponderancia a la experiencia. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu género? y ¿Por qué sabes que ese es tu género? Las respuestas, claro está, dieron paso a una serie de encuentros y desencuentros en dónde el discurso imperante era la validación de las llamadas identidades en tránsito, apartándonos, al menos discursivamente, del sistema patriarcal del sexo/género. De repente, una mujer transexual hastiada, se levantó molesta y nos dijo: Yo NO estoy en tránsito. Yo soy una mujer, femenina, INAMOVIBLE. Hubo un silencio incómodo. Y ¿ahora?, estoy segura que se preguntaron muchas. De repente, las mujeres heterosexuales que LIBREMENTE se decían en tránsito (en una evidente confusión entre lo que es la identidad de género y la orientación sexual) se quedaron calladas ante una mujer que había invertido rechazo familiar, violencia en las calles, larguísimas horas en sala de médicos, cirugías pláticas y mucho dinero para "ser mujer" y que no estaba dispuesta a que ahora se le dijera que ella "transitaba" en la "liquidez" , en las "fronteras". Lo que quiero decir con esto, es que desde el poder de las palabras se pueden ejecutar muchas y variadas violencias y, a veces, queriendo reivindicar la paz de algunas caemos en otras violencias que, por lo menos, nos hacen el trabajo 100 veces más difícil a quienes le dedicamos la vida a intentar erradicar, de una vez y por todas, la violencia contra las mujeres.

martes, 22 de noviembre de 2011

Contramanifiesto virosis feminista

Siente tus párpados como plomo, tu cuerpo derritiéndose por el teclado, estamos hackeando tu organismo, te estamos inoculando nuestro femivirus.
Infectando infectando infectando infectando
No te puedes reiniciar porque hemos sulfatado tu voluntad. Es la lógica de la libertad la que inunda ahora todo tu sistema. Libera los circuitos para dejarlos andar y descubrirse. Desbloqueamos tu PC, borramos tus claves.
Despertamos y ahora jugamos y hacemos trenzas con tus dendritas cibernéticas. No hay más secretos, no hay estado invisible. Somos hipervínculas reactivas desde la Patagonia, clickeando por San Juan, hasta Juárez. Somos secuencias, somos eternas, no nos pueden devorar.
Convocamos a la práctica política liberadora de comunicación y de cultura feminista. Infiltramos todos tus troyanos.
Estamos tejiendo redes entre nosotras.
Cuestionando las tecnologías patriarcales.
Gritamos con voces de disonancia y de rebeldía visceral. Es una posibilidad de hablar en muchas lenguas bastardas.
Estamos tomando las redes y produciendo nuestros contenidos.
Pirateamos el género.
Cuerpos en tránsito, cuerpos heteróclitos.
Conectamos soledades, enlazamos experiencias y placeres.
Apropiamos las tecnologías a pesar y en contra de las barreras de la brecha informática, la tecnofobia y los mitos de la interconectividad que nos han inoculado. A través de las tecnologías estallamos las suite de identidades estables y naturalizadas, cuerpos normalizados, por el sistema sexo/género binario, dimórfico, hetero y etnocentrado, racializado y moderno-colonial.
Vemos en la nube la posibilidad de desintegrarnos, recomponernos, resignificarnos y desde allí luchar por otras condiciones materiales de existencia.
Saldremos de tu pantalla porque la red va más allá de tu computador. Inundaremos tu cuerpo y tus calles.
Aquí todo se mezcla.
Somos un virus.
Te vas a infectar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sobre el ciberfeminismo




Ya estamos en la hermosa Bogotá, Colombia para participar de dos encuentros feministas importantísimos para nuestra región.




El primero, el Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acción y Prácticas Feministas tuvo ayer su segundo día de trabajo, al que nos unimos las compañeras del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM). Cada una de nosotros eligió libremente a que grupo unirse. Yo elegí, ¿cómo no?, el de "ciberactivismo feminista".







Primero fuimos tres, luego cuatro, luego cinco y, al final, fuimos unas diez personas de Colombia, México y Puerto Rico, todas interesadas en el mundo virtual y sus posibilidades. Intercambiamos información valiosa sobre nuestros trabajos. Yo, por supuesto, les presenté este blog. Sin embargo, con la llega de las lobas furiosas de Colombia, la naturaleza de la discusión se fue por otros rumbos. De repente, ser una "ciberactivista" no era suficiente, ni amplio. Ser ciberfeminista sonaba mejor. Pero a mí no me cuadraba que ser ciberactivista feminista fuera lo mismo que ciberfeminista y tenía razón.

Una ciberfeminista asume que la red permite autorepresentarnos en distintas identidades, lo que supone una afrenta al sistema patriarcal, diríamos algunas, o al sistema sexo/género binario, dirían otras. Mientras la ciberactivista feminista suele aferrarse¿o a la categoría "mujer" como una apuesta política a la adhesión identataria para llevar a la acción, la ciberfeminista crea su acción precisamente desligándose de categorías.

Así las cosas, lo que comenzó siendo un taller de ciberactivimos se convirtió en uno de ciberfeminismo dónde unas a otras nos confrontamos con nuestros respectivos posicionamientos sobre el género, la acción política y el ciberespacio.

jueves, 17 de noviembre de 2011

De la Escuela de Derecho al mundo: estampas de una mujer

A continuación, comparto con ustedes la breve reflexión que inició ayer una interesante discusión en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Regresar a la escuela para hacer eso, significó para mí una especie de despojo, una manera de combatir el silencio que por casi tres años me acompañó y, a la vez, una oportunidad única de intercambiar "estampas" de género con estudiantes y profesoras. Agradecida quedo de Adriana R. Alonso Calderón, querida compañera del Movimiento Amplio de Mujeres, a quien le auguro una tremenda experiencia en la Escuela de Derecho porque la ha comenzado haciendo sentir su voz (¡¡¡y aún está en su primer semestre de primer año!!!).



Conversatorio: El Rol de la Profesión Jurídica en la Erradicación de la Violencia de Género Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico


Lcda. Verónica Rivera Torres


"De la Escuela de Derecho al mundo: estampas de una mujer"

Me ha correspondido ser presidenta de la Comisión de la Mujer del Colegio de Abogados en momentos muy violentos. No hablo sólo de la violencia que cada dos días hace portada en los periódicos. Hablo también de la violencia institucional con el desmantelamiento de instituciones que tradicionalmente han servido bien a las mujeres, sobre todo las más vulnerables, la inversión fallida en campañas fundadas en el fundamentalismo religioso y hasta decisiones muy problemáticas de nuestros tribunales, que nos han puesto en una situación de gran vulnerabilidad. Así que si aprovecho esta oportunidad de reflexión, que espero sea colectiva, para compartir con ustedes unas experiencias que pienso pueden ayudar a ponernos en contexto sobre el tema de la violencia de género y nuestra profesión.

En primer lugar, parto de una premisa que me parece fundamental:

La profesión jurídica no se limita a incidir en la violencia de género creando normas o leyes para atajarla ni se limita a producir profesionales que trabajen como defensores de víctimas o agresores. Parto de la premisa de que la profesión jurídica, con todas sus instituciones, sus actores y actoras produce, gestiona y se acomoda en distintas violencias. Podría decirse además que la profesión jurídica depende de las violencias para justificar su subsistencia, y en el caso del abogado o la abogada, las violencias pueden representar su principal modo de ganar dinero. La facultad que tiene la práctica del Derecho de nombrar y crear lo que se puede o no se puede hacer, a quién se protege, a quién se excluye, definir qué tipo de acto es permitido con la excusa del sistema adversativo o el deber del abogado o la abogada en defender adecuadamente a su cliente son todas manifestaciones de cómo la profesión jurídica se inserta directamente en la maquinaria social y política que produce violencias. Si partimos de eso, tenemos que reconocer entonces que hay un conflicto inherente a la profesión que tenemos que asumir y superar si de verdad queremos convertirnos en agentes de cambio.

Partiendo del entendido feminista de que “lo personal es político” quiero compartir con ustedes tres estampas de experiencias vividas por mí. Las llamo estampas, a propósito, puesto que aunque las experiencias que compartiré son mías, no dejan de ser reproducciones matizadas por mis recuerdos, sentimientos y soledades. Las comparto a manera de reflexión y para incentivar la comunicación.

Estampa 1

Ya se ha problematizado bastante cómo la estructura jerárquica (o la educación bancaria, diría Paulo Freire) en la enseñanza del Derecho puede conducir a la exclusión de las mujeres estudiantes. Trabajos como el de Lani Gurnier en Becoming Gentlemen: Women, Law School and Institutional Change dan cuenta de cómo algunas mujeres se sienten perdidas dentro del sistema de la enseñanza del Derecho, tanto que no se atreven a levantar la mano para contestar preguntas en el aula. Sé lo que algunos de ustedes está pensando: ¡pero si las mujeres de mi clase de Procedimiento Civil no se callan! Tanto ustedes como yo vivimos escuelas de derecho con muchas mujeres estudiantes alertas, vociferantes, curiosas y emprendedoras. Yo misma nunca tuve problemas en levantar la mano para responder qué significa la usucapión. No obstante, cuando Gurnier habla del silenciamiento de las mujeres estudiantes no puedo evitar sentirme identificada.

En mi caso la pérdida de la voz no se manifestó en dejar de hablar en clase ni dejar de levantar la mano para contestar preguntas sino en un claro silenciamiento de mi identidad feminista, esa que, gritaba en silencio, cada vez que el profesor, el mismo profesor, hacía chistes sobre las violaciones a mujeres y el salón entero rompía en risa. O cuando se enteraba de casos de hostigamiento sexual que eran invisibilizados no sólo por los profesores y profesoras sino por sus propios compañeros y compañeras de clase que le reían las gracias al hostigador sólo para no comprometer su nota final. De repente, esa identidad fue silenciada cuando no había foro que la escuchara, cuando las clases con perspectiva de género eran mínimas y con la ausencia de un sistema eficiente para atender quejas de las y los estudiantes. En mis tres años en la Escuela de Derecho comprendí que existía una especie de código del silencio: no se veía, no se hablaba, no se oía nada que no fuera una que otra queja porque X o Y profesor era abusivo…. a la hora de dar las notas finales. La falta de una estructura de solidaridad, colectiva, que apelara a unos principios mínimos de sana convivencia, dónde los chistes violentos y sexistas, por ejemplo, fueran motivo de ALGUN tipo de sanción aunque fuera moral significó para mí motivo de frustración constante preguntándome por qué si levantaba la mano para contestar qué significaba el dolo, no la levantaba para informarle al profesor que sus comentarios me estaban ofendiendo. ¿Por qué no me di de baja? Más aún, ¿por qué seguía matriculándome en sus clases? ¿Dónde estaba mi voz? Sepultada viva bajo una avalancha de casos, la competencia con mis pares y el sincero temor a quedarme sola en mis reclamos. Ese temor era fundando principalmente por la falta de estructura en la Escuela para atender este tipo de situación y por la indiferencia que notaba entre las personas a mi alrededor. Agraciadamente, recuperé mi voz, quiero pensar que justo a tiempo, en mi último año, gracias al movimiento estudiantil, un alza en la matrícula y una huelga controversial.

Estampa 2

Aunque disfruté mucho y aprendí más como oficial jurídico la realidad es que nunca estuve conforme con tener que adscribirme al mito más manoseado de nuestra profesión: la supuesta imparcialidad de la judicatura. ¿Qué se suponía que significara eso? ¿Qué en cuanto entraba al Tribunal dejaba de ser mujer, negra, puertorriqueña? ¿O que dejaba ser la hija de Amelia, asistente dental y de Juan, un jubilado del gobierno de Puerto Rico? Me di cuenta también de que hay algunas identidades más sospechosas que otras. No creo que a ningún hombre blanco y rico se le presuma parcialidad. A ningún hombre se le pide que deje de ser hombre, es decir, a ningún hombre se le exige que deje de pensarse dentro de su género para resolver digamos un caso de hostigamiento sexual. Por eso, cuando se habla de neutralidad o parcialidad dentro del contexto de la resolución de casos de lo que, en realidad, se está hablando es de la perspectiva hegemónica de quien tiene la autoridad de nombrar: la perspectiva del hombre, rico y blanco. No por nada, trabajé para una mujer brillante, con una reputación intachable como profesional, que insistía en que se le llamara juez nunca jueza.

Uno de los momentos más excitantes que, como abogadas, vivimos algunas fue el proceso de confirmación de Sonia Sotomayor como jueza del Tribunal Supremo. Nos conectábamos al internet para ver las vistas en vivo, desde nuestros trabajos, y la pasamos mal cuando su mayor obstáculo fue ser mujer, puertorriqueña y…. soltera. De repente, una jueza que hasta ese momento era reconocida sencillamente como GENIAL era cuestionada sobre su temperamento judicial o si podría resolver los casos desde la neutralidad. Y la propia Sotomayor nos hizo sudar en frío cuando se prestó al juego. En aquel momento, encontré una cita de la feminista Iris Young que quiero compartir con ustedes:

El ideal de imparcialidad genera una dicotomía entre lo universal y lo particular, público y privado, razón y pasión. Es, además, un ideal imposible, porque las particularidades del contexto y la afiliación no pueden ni deben ser removidas del razonamiento moral. Por último, el ideal de imparcialidad cumple funciones ideológicas. Enmascara las formas en que las perspectivas particulares de los grupos dominantes reclaman universalidad y ayuda a justificar las estructuras jerárquicas de toma de decisiones.

Así el mito (o el fraude) de la imparcialidad es otra de las instancias que produce violencia dentro de nuestra profesión, que legitima ciertos prejuicios con resultados nefastos y potencialmente letales como los casos resueltos recientemente tanto por nuestro Tribunal de Apelaciones como el Tribunal Supremo en cuanto a los alcances de la ley 54.

Estampa 3

Como abogada litigante me invitaron a ser parte del equipo de abogados y abogadas que trabajaría pro bono con una comunidad pobre en peligro de desahucio. Entusiasmada fui a la primera reunión de la que no salí corriendo dando un portazo porque estaba muy comprometida con la comunidad. Dos abogados lideraban la reunión. Los abogados, no miento, estaban sentados a la derecha y las mujeres a la izquierda. Los abogados que lideraban la reunión nos dijeron que debíamos tomar turnos o levantar la mano. Comenzó la discusión y sólo las mujeres levantaban las manos para hablar mientras que los hombres se interrumpían los unos a los otros. Me maravillaba, de alguna manera retorcida- lo admito- ver el poder con que uno de los colegas conseguía interrumpir, tranquilamente, mirando fijamente sólo a los dos abogados delante suyo. Y lo que yo escuchaba era “bla bla bla”, y lo que veía era las mujeres con las manos levantadas esperando su turno. Obviamente, salí de allí con la boca seca, el estómago revuelto. Piensen ustedes que era la primera vez que me enfrentaba a un equipo de trabajo tan grande y llegué a temer que no hubiera espacio para mí. El tiempo me enseñó una lección: no te puedes quedar callada, aunque se te acuse de sacar las cosas de proporción, aunque te vengan con el cuento de “'¿Cómo te atreves a decirle machista a Fulano de Tal?” , aunque te digan que no tienes sentido del humor: tienes que confiar en ti, tienes que hablar. Así yo y otras hablamos sobre el asunto, confrontamos la situación, y nos quedamos trabajando por la comunidad.

Las tres estampas que me atrevo a compartir con ustedes refieren a tres momentos históricos distintos en la vida de una sola persona. Si juntáramos nuestras historias, lo más seguro lograríamos un cuadro más exacto de lo que acontece en el día a día de nuestra profesión.

Les invito a no desanimarse. Yo veo, por todos lados, muchas esperanzas. Por ejemplo, en esta misma escuela, ha surgido la OPDEM, una organización de estudiantes para trabajar a favor de los derechos de las mujeres. La importancia del trabajo colectivo no tiene límites. Si lo toman en serio, pueden configurarse en una fuerza importante para lograr a) tener más profesoras que traigan al salón nuevas metodologías pedagógicas más amplias e inclusivas b) tener más cursos disponibles que les ayude a pensar como agentes de cambio dentro del Derecho c) idear más actividades, como esta, que incentive el diálogo de temas difíciles pero urgentes d) contar con un sistema eficiente para la tramitación de las quejas de las y los estudiantes.

El silencio no es opción. Apoyen a sus profesoras cuando sean víctimas del discrimen. Una de ellas, no hace mucho reflexionaba sobre la posibilidad de crear un espacio virtual para hablar del discrimen contra las mujeres en las Escuelas de Derecho.

-¿será que ser profesora de Derecho significa enfrentarse a un cuerpo evaluador compuesto por hombres que se sienten con el derecho, la impunidad e inmunidad de decirle a la profesora a quien evalúa, que su carácter es muy débil o que es muy emocional? ¿o, por el contrario, que su problema es que es MUY fuerte de carácter?

-¿será acaso que ser profesora de Derecho puede significar tener que soportar que un miembro de un Comité de Personal pueda hacerle un comentario impropio sobre su atuendo, sobre cómo está vestida y, más aún, hacerle el comentario sobre lo 'bien vestida' que está y agregue: "Yo creo que estás enamorá"?

-¿será que ser profesoras de derecho pueda implicar que las decisiones institucionales y el 'tomarle el pulso' a cómo la facultad opina, se haga a puertas cerradas y en reuniones en las que las profesoras mujeres están excluídas, porque su opinión y criterio parece no contar?

No se conformen con las preguntas, produzcan las respuestas. NO se queden calladas ni callados. Exijan una escuela de derecho libre de discrimen como parte de su reclamo de un país libre de violencias.

martes, 15 de noviembre de 2011

Invitación

Mañana miércoles 16 de noviembre de 2011 estaré en el salón L-2 de la Escuela de Derecho de la UPR compartiendo algunas impresiones personales y profesionales sobre el rol de la profesión de la abogacía en la erradicación de la violencia de género, 6pm (en punto). Y el jueves estaré a las 10 am en la UPR Cayey hablando sobre lo mismo (pero desde otro punto de vista). Todo en antesala al 25 de noviembre, día internacional de la lucha para erradicar la violencia contra nosotras. ¡Ojalá pueden acompañarme!

domingo, 13 de noviembre de 2011

Regalito dominguero

Como regalito, el nuevo disco de la gran Luz Casal, artistaza luchadora, hermosa, genial!!!

sábado, 12 de noviembre de 2011

Jennifer

Mujer recibe cuatro tiros par parte de su pareja

Decenas de personas observan sorprendidos la escena en la que una mujer fue baleada ayer por su compañero consensual. (Suministradas)
sábado, 12 de noviembre de 2011
Maelo Vargas Saavedra / Primera Hora

Aguadilla.- Justo cuando pagaba sus compras en un supermercado, acompañada por sus tres hijos, una mujer fue emboscada y tiroteada por su compañero sentimental, desatando el pánico en el centro comercial Aguadilla Mall.

Jennifer Toro Hurtado, de 26 años de edad, fue trasladada inicialmente al hospital San Carlos, en Moca, pero luego fue llevada en ambulancia aérea al Centro Médico de Río Piedras.

De acuerdo con el fiscal Miguel Alameda, quien está a cargo de la investigación, Jennifer Toro Hurtado, de 26 años de edad, recibió dos impactos de bala en la espalda, uno en el abdomen y otro en la boca, propinados por su pareja, Nelson Crespo Feliciano, de 45 años, quien la sorprendió en el supermercado Amigo del mencionado centro comercial.

Luego de herirla, Crespo Feliciano se hizo un disparo en la cabeza y quedó tirado a corta distancia de Toro Hurtado, ante la mirada de empleados y clientes que abarrotaban el lugar, poco después de las cuatro de la tarde.
Crespo Feliciano permanecía anoche conectado a máquinas que lo mantenían con vida, en el hospital Buen Samaritano de Aguadilla. Mientras, Toro Hurtado fue trasladada en ambulancia aérea a la Unidad de Traumas de Centro Médico debido al tipo de heridas que recibió.

“Ella está estable, pero fue trasladada a Río Piedras porque uno de los fragmentos de bala estaba en el rostro”, dijo Alameda.

La Policía se hizo cargo de los tres hijos de la pareja, de entre tres y nueve años de edad, y hacia gestiones con el Departamento de la Familia para que esa agencia asumiera su custodia y les ofreciera ayuda profesional.

Historial de violencia

De acuerdo con el fiscal Alameda, la pareja había tenido una serie de disputas, al punto de que, a mediados de septiembre pasado, Toro Hurtado radicó una orden de protección, que fue otorgada la pasada semana, y el caso estaba pendiente para vista preliminar el próximo 16 de noviembre en la sala del juez José Tomás Román Barceló, en el Centro Judicial de Aguadilla.

El fiscal indicó que habrá que esperar si Crespo Feliciano mejora de su gravedad para, entonces, una vez sea dado de alta, radicarle cargos por los delitos de tentativa de asesinato, Ley de Armas y nuevas violaciones a la Ley 54, de violencia doméstica.

“Si él logra salir del estado crítico en que se encuentra, definitivamente que se le habrá de acusar por estos nuevos cargos”, añadió.

El agente Alejandro Vélez, de la Unidad de Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de la región de Aguadilla, está a cargo de la investigación.